Foto interior del álbum Sergeant Pepper's Lonely Hearts Club Band.
De izq. a der. Ringo Starr, John Lennon, Paul McCartney y George Harrison.
Imagen: http://k34.kn3.net/ED0F0B8DE.jpg
Junio de 1967 fue un mes extraordinario
para el mundo de las letras, la contracultura y la música: en la primera semana
salió a la venta en Buenos Aires la nueva novela de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, que se convertiría
en un hito de la literatura de todos los tiempos, llegando a vender alrededor
de cincuenta millones de copias en decenas de idiomas; en San Francisco,
California, cuna del movimiento hippie, se inició el llamado “verano del amor”
que reunió a miles de jóvenes en torno a ideales de paz, amor y música que celebraban
el cuerpo, la libertad, la psicodelia y la vida juvenil comunitaria; y, como
para completar este tríptico cultural y mediático, Los Beatles, la banda
inglesa que tres años antes había decepcionado al mítico cantautor folk Bob
Dylan -heredero musical de la Generación Beat y uno de los íconos del
movimiento contracultural estadounidense-, presentó al mundo un álbum que
demostraría que el rock podía alcanzar el estatus de arte: Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band, esto es, la Banda del
Club de Corazones Solitarios del Sargento Pepper. Todo parece haber coincidido
para que en aquel mágico momento, desde San Francisco a Ciudad de México (donde
García Márquez vivía por entonces), de Ciudad de México a Buenos Aires y de
Buenos Aires a Londres, el mundo detuviera su marcha alocada y posara sus
sentidos en esta oleada de imaginación que lo sacudiría a través de unas
letras, unas imágenes y unos sonidos novedosos y refrescantes.
En cierto modo el álbum fue el
resultado de una frustración: Los Beatles estaban cansados de las giras, de
hacer lo mismo en cada concierto, del chillido y la histeria colectiva que les
impedía tocar bien, de no poder reproducir en sus presentaciones la música más
elaborada que ya hacían en el estudio de grabación; de hecho, sus dos últimos
álbumes -Rubber Soul y Revolver- ya mostraban el camino hacia
su madurez musical. Lennon lo dijo claramente una vez cuando respondió que las
giras ya no continuarían porque no concordaban con el tipo de música que
estaban haciendo. El disco Revolver
era la mejor prueba de ello: era una pieza de estudio que incluía algunas de
las mejores canciones que habían producido hasta el momento, como Eleanor Rigby, Taxman, And your bird can
sing, I want to tell you, For no one, I’m only sleeping o Doctor
Robert. Después de un trabajo como éste ya no podían salir al escenario a
cantar She loves you o Love me do. Habían crecido. Revolver es para muchos críticos y
beatlómanos la auténtica obra maestra del grupo. Pero fue Rubber Soul, de 1965, el álbum que marcó la transición hacia el barroquismo
que buscaban. Eso implicaba experimentar con las últimas técnicas de grabación,
escribir letras mucho más elaboradas, incorporar otros instrumentos como el
sitar, armonías barrocas y clásicas, coros más exigentes (como el de Here, there and everywhere) y, por supuesto, pasar muchas más horas
encerrados en el estudio. Ellos entendieron que la única forma de lograr algo
más y de convencer a los críticos escépticos que los veían aún como una banda
de rock que no tenía absolutamente nada de especial, como el propio Dylan se
los había dicho en 1964 durante su primera gira estadounidense, era pasando más
tiempo en el estudio experimentando y grabando. En ese sentido el trovador de
Minnesota fue una influencia importante en el grupo. Lennon intentó escribir y
sonar como él en su canción You’ve got to
hide your love away, de 1965.
Un músico que estaba tomando
las cosas con ese nivel de dedicación y calidad al que aspiraban Los Beatles
era Brian Wilson, líder indiscutible de Los Beach Boys, una exitosa banda pop de
California con un sonido muy comercial. Wilson no estaba nada satisfecho con
ello y no volvió a tolerar las presentaciones después de haber sufrido un
ataque de pánico, prefiriendo quedarse a componer y a grabar mientras sus
compañeros se iban de gira. Durante los primeros meses de 1966 compuso, arregló
y produjo lo que sería el álbum Pet Sounds.
Escribió las letras con el publicista Tony Asher, contrató a decenas de músicos
de sesión, empleó nuevas técnicas de grabación, mezcló objetos caseros con
instrumentos clásicos y eléctricos, usó ladridos de perro (Pet Sounds es “Sonidos de mascota”) y,
finalmente, llamó a sus compañeros de grupo para ensayar los coros en una
serie de sesiones perfeccionistas y grabarlos. Pet Sounds es un álbum lírico, melodioso y temático impresionante
que no parece encajar en ningún género en particular y que rompe completamente
con el estilo de una banda famosa por la fórmula “chicas, coches y surf”. La
idea de hacer un álbum introspectivo que constituyera un todo se le ocurrió a Wilson
después de escuchar, precisamente, el Rubber
Soul de Los Beatles en diciembre de 1965. Sería una revelación del modo de
llegar al álbum en espiral que deseaba hacer. De manera similar, cuando Pet Sounds salió a la venta en mayo de
1966, el grupo británico estaba trabajando en su obra más ambiciosa hasta
entonces, Revolver, y seguramente fue
todo un espaldarazo para concluirla (Revolver
se publicaría en agosto de ese año). Pero lo fue aún más para Paul McCartney,
que concibió el proyecto del Sgt. Pepper’s
a partir de la imaginación y producción sin límites que significaba la obra
maestra de Los Beach Boys (de Brian Wilson, en realidad). Muchos consideran que
es realmente Pet Sounds el álbum que
merece más que ningún otro el título de mejor disco de música pop de la
historia. Y bien puede ser, además, el primer álbum experimental del rock.
Portada de Pet Sounds. Segundo de izq. a der. Brian Wilson
Imagen: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/en/b/bb/PetSoundsCover.jpg
Tal vez lo que tanto Wilson como Los Beatles buscaban era componer y producir álbumes de autor, como Bob Dylan lo hacía, de ahí que su influencia fuera esencial en ellos. Dylan se había acercado al rock desde 1965 cuando compuso Bringing it all back home y Highway 61 revisited, álbumes en los que empleó por primera instrumentos eléctricos. Highway 61 revisited figura como uno de los más importantes álbumes de todos los tiempos y fue quizás el que más influyó, desde el punto de vista conceptual, en la producción de Pet Sounds, Revolver y, por supuesto, Sergeant Pepper’s. De igual modo el álbum de Dylan de 1966, Blonde on blonde, que coincidió con Pet Sounds en el mes de lanzamiento, fue otro trabajo que resultaría motivador para Los Beatles, especialmente para McCartney: si uno escucha, por ejemplo, la entrada de ambos álbumes encontrará similitudes en el tono festivo y en el hecho de que es como otra banda la que toca, una alter band. Fue McCartney el artífice de Sgt. Pepper’s, así como Wilson fue el cerebro de Pet Sounds. Pero, a diferencia de Los Beach Boys, McCartney contaba con una banda excepcional que no sólo se incorporaría a su proyecto sino que lo enriquecería. Es cierto que la participación de Lennon como compositor fue menor en cantidad (cuatro canciones), así como la de Harrison se redujo a una sola después de lo que fue su participación en Revolver (tres canciones). Así las cosas, más de la mitad de Sgt. Pepper’s fue obra de McCartney. Ahora bien, ¿hay alguna línea temática en el álbum? A primera vista, de lo que se trata es de una obra ejecutada por una banda imaginaria, la del Club de Corazones Solitarios del Sargento Pepper; sin embargo, las canciones no tienen mucha relación entre sí, no cuentan una sola historia sino varias. La unidad del álbum es más musical que conceptual, como pasa con Pet Sounds. En ese sentido, lo que se sostiene a lo largo del álbum, de alguna u otra manera, es la idea de una sugestiva banda musical que toca las trece canciones, en algunos casos acompañada de una gran orquesta. Para darle consistencia al proyecto, McCartney recurrió al galerista Robert Fraser en busca de asesoría en el diseño del álbum, fundamental para que el público entrara en el juego del alter ego musical que se intentaba construir. Fraser sugirió contratar a un artista plástico y fue así como llamaron a Peter Blake, un artista pop británico que empezó a trabajar a partir de la idea de McCartney, y a Jann Haworth, artista pop estadounidense y, a la sazón, esposa de Blake. La portada que diseñaron es uno de los más famosos íconos del siglo veinte.
Imagen: http://www.sopitas.com/wp-content/uploads/2017/04/the-beatles-sgt-pepper-aniversario.png
Dos significativas piezas
musicales precedieron a la grabación de Sgt.
Pepper’s:
Strawberry Fields Forever, de Lennon,
y Penny Lane, de McCartney. George
Martin, productor de la banda y a menudo llamado el quinto Beatle, decía que
ambas debieron haberse incluido en el álbum porque son el auténtico inicio del
proyecto. De todas maneras ya está en ellas el cambio de rumbo estilístico que buscaban,
el nuevo sonido, el alter ego mediante el cual querían seguir tocando. Si
pudiera definir el estilo del Sgt. Pepper’s
diría que es una ingeniosa combinación de lo clásico, lo contemporáneo y lo
experimental. La canción introductoria emplea instrumentos eléctricos y una
sección de vientos y cuenta un poco la historia de esa banda que el Sargento
Pepper había formado veinte años atrás y que tenía como solista a Billy Shears,
que es presentado al final de la misma para interpretar With a little help from my friends, en la voz de Ringo Starr,
baterista del grupo. Era esta una pegajosa canción pop cuyo contenido resultaba
muy apropiado para la contracultura hippie que se extendía por todo el mundo
con sus principios de amistad, paz y amor. Luego viene Lucy in the Sky with Diamonds, una psicodélica canción de Lennon
que causó controversia porque sus iniciales coincidían con las del LSD, una
droga alucinógena que Los Beatles y millones de personas consumirían en la
segunda mitad de los años sesenta, mistificada, entre otros, por el escritor
británico Aldous Huxley y el profesor estadounidense Timothy Leary. A pesar de
que Lennon explicó que el título se le ocurrió a raíz de un dibujo hecho por su
hijo Julian que representaba a una niña compañera de escuela, la canción
alimentó la leyenda de un álbum hecho bajo las alucinaciones que producía el
ácido lisérgico y que hacía una apología de su consumo. Otra canción que fue
usada para difundir esa hipótesis es justamente la última, A day in the life, de Lennon -en mi opinión la mejor de todo el álbum-,
particularmente por el verso “I’d love to turn you on”, que se puede traducir
como “Me encantaría iluminarte” (o encenderte, o excitarte). Esta canción
fusiona hacia la mitad una pequeña composición de McCartney que es cantada por
él mismo y presenta unos arreglos extraordinarios, pero la canción en sí ya es
muy compleja para aquel momento, algo realmente novedoso, una obra melancólica que
sufre cambios dramáticos durante su desarrollo y tiene un cierre portentoso con
un in crescendo orquestal y una extensa nota de piano. Una pieza magistral que, como decía el propio Lennon, es
lo que quizás más se recuerde de un álbum de autor como éste. Y si bien su
contribución como compositor fue menor, con una tercera parte del álbum, una canción
como esa ya la justifica. La colaboración de McCartney en ella, desde luego,
fue fundamental y constituye uno de los mejores ejemplos en los que las ideas
de ambos cuajaron de una manera admirable.
Creo que lo que más me apasiona
del álbum es su alquimia, su magia, su intertextualidad que, además de la
sofisticación en todos los detalles de su obra muestra una gama de
sentimientos, estados de ánimo y emociones que van desde la festividad de su intro pasando por la celebración de la
amistad en With a little help from my
friends, la ensoñación lúdica de Lucy
in the sky with diamonds, con sus alusiones a Alicia en el país de las maravillas; la alegría y optimismo de Getting better, lo agridulce del tiempo y
la soledad en Fixing a hole, la más
pura melancolía en la barroca She’s
leaving home, lo festivo y circense en Being
for the benefit of Mr. Kite!, lo místico y filosófico en Within you and without you, el
entusiasmo del music-hall y de una futura edad más sosegada en When I’m 64, o la energía de Good morning, good morning. Toda una amalgama
de sensaciones, relatos y arreglos que hacen del álbum un fresco clásico y
moderno a la vez. Pero, debo subrayar en que lo moderno en una música como el rock and
roll que para entonces era aún muy joven empieza con Pet Sounds. Ese es el momento que marca el inicio de la adultez en
el rock.
La portada de Sgt. Pepper’s es una puesta en escena
que muestra a los cuatro músicos vistiendo unas coloridas prendas militares y portando
instrumentos de viento. Detrás de ellos se encuentra una audiencia compuesta
por decenas de celebridades, elegidas a partir de listas que cada miembro de la
banda elaboró, entre las cuales está una representación en cera de ellos mismos
perteneciente, como muchas otras que aparecen en la imagen, al londinense Museo
de Cera de Madame Tussauds. Músicos como Stockhausen y Bob Dylan; escritores
como Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, William S. Burroughs, Lewis Carroll o H. G. Wells; personalidades del cine como
Marilyn Monroe, Marlon Brando, Marlene Dietrich, Fred Astaire, Mae West, Diana
Dors y los cómicos Laurel y Hardy; el filósofo alemán Karl Marx; héroes románticos como el inglés T.E.
Lawrence, que luchó por la autonomía árabe contra los turcos y contra el mismo
Imperio Británico; o deportistas como Sonny Liston. Se dice que una imagen de
Gandhi también estaba incluida, pero a última hora fue eliminada por petición
de EMI, la empresa discográfica para la que grababan Los Beatles. Y una efigie
de Hitler también fue retirada. Han sido numerosos los homenajes que se han
hecho a esta portada. No obstante, el trabajo completo de Peter Blake, que
incluía para el interior del álbum figuras concebidas por el artista, entre
ellas una imagen del Sargento Pepper, no apareció en la edición en vinilo y
recién pudo ser apreciado cuando el álbum se editó en CD. El collage fue subastado en Londres en noviembre de 2012.
Collage que había diseñado Peter Blake como inserto del álbum
https://static.independent.co.uk/s3fspublic/thumbnails/image/2012/10/05/15/PeterBlake_Insert.jpg
Sergeant
Pepper’s es un documento cultural de nuestro tiempo, de esos que uno
quisiera llevar a una isla desierta o rescatar de una hecatombe. O que algún
viajero extraterrestre encontrara en el espacio sideral para conocer un poco
cómo se sentía la vida en un planeta que, al paso que vamos, a lo mejor ya no
exista para entonces. Con todo, no me parece el más importante disco de la
historia, así figure casi siempre en el primer lugar de un canon muy discutible.
Hay que tener en cuenta que ese canon, además, es básicamente el de la música
pop y no incluye otros géneros como el jazz, que para mí es la música clásica
del siglo veinte, la más grande que se pudo haber inventado en todo el siglo. Sé que
el álbum no entusiasmó a Bob Dylan, el hoy Nobel de Literatura. Pienso que su
enorme prestigio se debe más a todo el ruido que le hicieron los medios masivos
de comunicación que a una superioridad musical absoluta en un género como el
rock, del mismo modo que la reputación de Los Beatles como la mejor banda
musical del mundo (o peor aún, de la historia) fue un invento mediático. En
escena Los Beatles eran, en realidad, tan decepcionantes como lo fueron para
Dylan. En ese sentido Los Rolling Stones y otras bandas eran superiores a Los
Beatles. Y creo que ellos eran conscientes de esa debilidad. Por eso mismo, la idea de
ser otra banda, que se reinventaba en cada álbum a partir de Revolver, parecía ser la única manera de
resistir el prestigio que los medios habían echado sobre sus espaldas. “Vas a
cargar con ese peso todo el tiempo”, cantaban en Abbey Road, su último álbum (y no falta quien diga que este sí es
su mejor disco). El mito ya había sido creado y al cuarteto de Liverpool no le
quedó otra opción que desarrollar cuidadosamente un sonido y una imagen que,
incluso para 1967, tenía serios competidores como Los Rolling Stones, Jimmi
Hendrix Experience, Pink Floyd (que tenía, además, una puesta en escena innovadora), The Who, Cream o The Doors; bandas que no
temían salir al escenario para dar lo mejor de sí. Frente a una pléyade como
esa Los Beatles habrían sucumbido. Y a pesar de que la producción musical era
un refugio seguro, las penosas sesiones de grabación del álbum Let it be en enero de 1969 los hicieron mucho más vulnerables.
Su separación en 1970 les permitió mantener vivo el mito.
No se puede desconocer la
influencia de un trabajo como Sgt.
Pepper’s, tanto en el rock como en otros géneros por todas las
posibilidades que abrió en todo lo que tiene que ver con la producción musical.
Tampoco puedo negar que, gracias a los medios, su influjo fue también social y
cultural: salió en el momento oportuno y expandió la conciencia de millones de
jóvenes en todo el mundo frente al momento que estaban viviendo y los “Días de Futuro
Pasado” que habrían de vivir, parafraseando el título de un álbum de la banda
inglesa The Moody Blues, lanzado también durante aquel mágico año de 1967.
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