“¿Por qué realizar una
obra cuando es mucho más bello soñarla solamente?”
Pier Paolo Pasolini en El Decamerón
Pasolini como el pintor discípulo de Giotto en El Decamerón
Roma, entre el 1 y 2 de
noviembre de 1975. Pier Paolo Pasolini, el afamado cineasta y escritor italiano,
conduce su Alfa Romeo por los alrededores de la Estación Termini. Es la noche
del 1 de noviembre. No tarda en encontrar un taxi-boy, entre los muchos que frecuentan la zona, un joven de 17
años. Cenan en un restaurante y se dirigen a Ostia, un balneario cercano a
Roma. Pasolini había recibido un mensaje para recuperar los negativos de Saló o los 120 días de Sodoma (la
película que había filmado ese año), robados presumiblemente por un grupo de
extrema derecha, y era en ese lugar donde se los devolverían. De repente tres
hombres encapuchados aparecen, agreden al muchacho y luego atacan al director, le
gritan “sucio comunista”, “sinvergüenza”, “maricón”, lo apalean inmisericordemente
y con su Alfa Romeo le pasan por encima y consuman el crimen. Los hombres abandonan
el auto y huyen. Pelosi (así se apellida el joven) sube al auto horrorizado y
se aleja del lugar. En la mañana del 2 de noviembre el cadáver de Pasolini es
encontrado en un descampado de Ostia, horriblemente masacrado. Horas antes Pelosi
había sido detenido por la policía cuando conducía el auto del cineasta. En los
interrogatorios cuenta otra versión: dice que Pasolini lo estaba forzando a
tener sexo con él, que hubo una pelea entre ambos, que tomó el auto para huir y
pasó por encima del cineasta que ya estaba tendido en el suelo. El joven, en su
condición de menor de edad, es condenado a nueve años de prisión.
Treinta y ocho años después el
infame crimen de Pier Paolo Pasolini continúa en la impunidad pese a que la
versión oficial fue cuestionada desde un principio por importantes
personalidades como la periodista Oriana Fallacci, amiga del cineasta, así como
a las posteriores investigaciones adelantadas por otros y al testimonio que,
finalmente, el propio Pelosi dio en 2005 en un programa televisivo afirmando
que era inocente, que recibió amenazas contra su vida y la de su familia si
revelaba cómo sucedieron las cosas. Muchos sostienen hasta el día de hoy que el
de Pasolini fue un crimen de Estado. Pasolini se hizo de enemigos desde cuando
fue expulsado del Partido Comunista Italiano en 1949 debido a su
homosexualidad; enfrentó juicios por algunos de sus libros y filmes; en sus
últimos años de vida fue columnista de Il
Corriere de la Sera, el diario más importante de Italia, escribiendo, entre
otros, virulentos artículos contra la Democracia Cristiana. Era un crítico
radical de todo sistema totalitario.
Datos que han sido acopiados en
los últimos años precisarían la hipótesis del crimen político. Pasolini estaba
escribiendo un libro titulado Petróleo,
en el cual investigaba, entre otras cosas, la muerte de Enrico Mattei,
presidente de la petrolera estatal ENI, en un presunto accidente aéreo. El
libro se publicó póstumamente en 1992, incompleto, pues el capítulo sobre la
muerte de Mattei se encontraba aparentemente extraviado, hasta que en 2010 un senador
del partido del ex primer ministro Berlusconi aseguró poseerlo. Se trataba de
Marcello De’ll Utri, fundador del partido Forza Italia, condenado a prisión por
nexos con la mafia, quien, aunque no reveló el contenido del texto, dejó
entrever lo que ya se decía e investigaba desde décadas atrás y que Pasolini
sabía y quería denunciar: Mattei fue víctima mortal de un complot político
internacional pues no sólo tenía poderosos enemigos en Italia sino fuera del
país. Pasolini no estaba solo en su investigación: el polémico periodista Mauro
De Mauro también había investigado el caso; en 1970 desapareció y su cadáver
nunca fue encontrado. Para algunos investigadores es inevitable no hacer la
conexión entre ambos asesinatos. El libro de Pasolini era otra bomba, como lo
eran sus películas y sus escritos, cuyas consecuencias eran difíciles de
prever. Tal vez, como en ningún otro momento de su carrera, el cineasta boloñés
estaba literalmente enfrentando al poder. Lo estaba mirando directamente a los
ojos con un libro y una película letales. Y era difícil resistir esa mirada y
esa pluma demoledoras. Pasolini sabía que el cuerpo es el lugar predilecto de
intervención del poder. Lo mostró en sus películas, sobre todo en Saló, su más feroz ataque contra el
Establecimiento. De ahí que si hubo unos autores intelectuales de su asesinato,
estos tuvieran claro que ese cuerpo tenía que morir así, como en esa orgía de
sadismo y muerte que es Saló. No
bastaba un disparo a la cabeza.
Entre los interrogantes que rodean
el asesinato de Pasolini habría que destacar justamente el que lo desencadenó:
¿por qué se dirigió precisamente a Ostia la noche del 1 de noviembre? Él había
recibido la llamada de un extraño que lo invitaba a ir hasta allá para recoger
los negativos originales de la película esa noche, así es que su motivación principal
era esa. ¿Fue, por lo tanto, víctima de un engaño que acabó atrozmente con su
vida?
Obra
de vida, vida de obra
Pasolini conocía en carne
propia la represión. Había nacido en Bolonia (ciudad tradicionalmente de
izquierda) en 1922. Su padre era un militar fascista. Vivió su infancia y
adolescencia bajo la dictadura de Mussolini. Fue reclutado por el ejército
italiano y enviado al frente pero logró escapar. Perdió a su único hermano, que
se había unido a la resistencia partisana, al final de la segunda guerra
mundial. Sufrió los duros años de la postguerra. Estudió letras en la
Universidad de Bolonia. Trabajo como profesor. Profundizó en el marxismo y, a
pesar de sus convicciones izquierdistas, descreyó siempre de los partidos de
izquierda: era un marxista, si cabe decirlo, independiente y solitario, nunca
dogmático. Fue un duro crítico de la izquierda institucional y, por otra parte,
tenía más esperanza en los grupos campesinos y en los marginales urbanos que en
las clases obreras. Escribió siempre: poesía, novela, ensayo, dramas, guiones,
artículos. Fue un escéptico frente a las revoluciones sociales y culturales.
Incursionó en el cine. Y escandalizó. “Escandalizar es un derecho, como ser
escandalizados es un placer, mientras que quien rechaza el placer de ser
escandalizado es un moralista”, dijo en su última entrevista televisiva días antes de ser
asesinado.
Afiche de Teorema
Sus primeras películas son de
corte neorrealista y se sitúan en un mundo urbano, marginal y violento: Accatone (1961) y Mamma Roma (1962). Anteriormente había colaborado con Fellini en Las noches de Cabiria. En La Pasión según san Mateo (1964)
Pasolini reconoce la impronta del catolicismo en la cultura popular,
interesándose por la figura de Cristo como un mito épico y lírico de
connotaciones políticas marxistas. En 1967 inicia su personal indagación de los
clásicos con Edipo Rey, la que
proseguirá con Medea (1970), El Decamerón (1971), Los Cuentos de Canterbury (1972) y que
culminará con Las mil y una noches
(1974). Siendo éste un período particularmente crítico frente a la burguesía en
ciertas obras de varios directores europeos como Buñuel, Godard o Losey (estadounidense
afincado en Inglaterra), o Visconti, Antonioni y Ferreri, entre otros, Pasolini
inicia su arremetida de los valores burgueses con Teorema (1968) a través de la ambigua relación entre los miembros
de una familia acomodada y un joven forastero que llega de visita a su casa y
seduce a todos, incluyendo a la empleada, trastocando completamente sus vidas.
Escena de Saló o los 120 días de Sodoma
Saló, que Pasolini
no pudo ver estrenada, es su visión más pesimista, brutal y cruda de la
condición humana. Si en El Decamerón,
Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches los cuerpos celebran
la vida (Pasolini decía que constituían su trilogía de la vida), en Saló señalan un escabroso camino que
conduce a su aniquilación. Para construir esa metáfora de la enfermiza relación
entre poder y sumisión, Pasolini tomó una novela del Marqués de Sade, Los 120 días de Sodoma, los círculos
dantescos y un hecho del cual fue testigo: la instauración de la República de
Saló (1943-1945) por Mussolini en el norte de Italia. El cuerpo como escenario
de las peores humillaciones, vejaciones y castigos, como objeto del mayor
desprecio imaginable. La decadencia absoluta de los poderes, representados en
la película por un presidente, un duque, un magistrado y un obispo. A su vez el
relato muestra cuatro círculos: una antesala del Infierno, un círculo de las
pasiones, un círculo de mierda y un círculo de sangre. Pasolini sabía bien de
qué estaba hablando y que el espectador podía hacer todo tipo de asociaciones,
no sólo con el pasado (la Inquisición, el fascismo, el nazismo...) sino, y ante
todo, con el presente. Una escatológica obra de arte. Y una prueba de
resistencia para cualquier espectador. Hace poco intenté verla nuevamente. No
pude. En mi memoria permanece como la más perturbadora película que haya visto
en toda mi vida.
De Pasolini puede decirse algo que
Luis Buñuel dijo una vez de García Lorca: que la obra era él mismo. O que su
vida se fundió magistral y trágicamente con su obra.
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