Primera edición de Altazor.
Imagen: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3288.html
Vicente
Huidobro y César Vallejo son dos de los más grandes poetas hispanoamericanos de
todos los tiempos. Nacieron, además, con un año de diferencia: Vallejo en 1892
y Huidobro en 1893; compartieron el mismo convulsionado mundo de la primera
guerra mundial, la Gran
Depresión de 1929 y la guerra civil española, en la que
Vallejo participó activamente. Se conocieron en París, en un momento de
efervescencia de las vanguardias europeas, pero no llegaron a ser amigos. Eran
hombres de la periferia occidental que lograron impactar en el centro mismo de
la vanguardia y transformar para siempre la poesía en lengua castellana. El año
1918 es clave para ambos: Vallejo publica su primer libro, Los heraldos negros, y Huidobro inicia nada menos que la vanguardia
en castellano con el lanzamiento de Ecuatorial
y Poemas árticos. En años diferentes,
pero en el mismo tenso período de entreguerras, publican dos obras paradigmáticas
de la poesía de vanguardia: Vallejo Trilce
en 1922 y Huidobro su Altazor en
1931.
Portada de la primera edición de Trilce
Imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Trilce
Mi propósito
al escribir sobre estas obras es una tentativa de diálogo entre ellas. Empresa
bien difícil tratándose de dos creaciones míticas, complejas, enigmáticas y densas.
Las ediciones con las que trabajo son, para el caso de Altazor, la de René de Costa: Vicente
Huidobro. Altazor / Temblor de cielo. Colección Letras Hispánicas. Editorial
rei andes Ltda., 1992; y para Trilce
la de Historia de la Literatura Latinoamericana :
César Vallejo. Trilce. Editorial Oveja Negra, 1985. En algunos casos, y
cuando sea necesario, emplearé la letra A para citar versos o fragmentos de Altazor, y T para distinguir los de Trilce. Quisiera empezar con los títulos.
Altazor es el ángel caído, reminiscencia del Lucifer bíblico que funciona como alter ego de Huidobro:
Soy yo Altazor el doble de mí mismo
El que se mira obrar y se ríe del otro frente a frente
El que cayó de las alturas de su estrella
La palabra
proviene de altura, azur (azul, cielo) y azor (ave rapaz). Trilce, en cambio, no tiene significado, es una invención de
Vallejo que, de acuerdo con el investigador André Coyné, surgió de un juego
lingüístico entre tres y libras (dos amigos de Vallejo bromeaban con el precio
que tendría el libro, tres libras) que se fue simplificando: tres libras,
tress, tril, trils, trilsss, trilce. Existe otra hipótesis según la cual Trilce es la fusión de triste y dulce,
dos rasgos que pueden hallarse en la obra, amén de la tristeza que se dice
caracterizaba al poeta peruano. Pero aun si se aceptara esta conjetura tampoco
nos dice mucho de un texto aparentemente impenetrable y hermético como las
alturas andinas de las cuales provenía Vallejo, que nació en la población de
Santiago de Chuco, Departamento de La Libertad , en la sierra peruana, el 16 de marzo de
1892. Por ello mismo es una obra que precisa de un constante asedio para
acceder a su intrincada poética. El caso de Altazor
es diferente aunque no por eso menos complicado. No obstante, el título completo
del poema ya nos da una vaga pista de su contenido: Altazor o el viaje en paracaídas: Poema en VII Cantos. Además se
conocen detalles de su proceso de gestación y desarrollo, que comprende doce
años (1919 – 1931). Durante esos años Huidobro dio a conocer algunos apartes de
su obra en construcción. Curiosamente el proceso de Trilce también se inicia en 1919, pero abarca tres años. Vallejo fue
muy discreto y reservado en su difusión hasta que la obra vio la luz.
Altazor consta de un prefacio y siete
cantos, Trilce está compuesto por 77
poemas sin título alguno y ordenados en números romanos. Desde noviembre de
1920 hasta febrero de 1921 Vallejo permanece en prisión tras ser injustamente
acusado de robo, saqueo e incendio durante una revuelta política en la ciudad
de Trujillo. Durante los 112 días que duró su reclusión escribió y reescribió
buena parte de lo que sería Trilce.
En el poema XVIII empieza diciendo
Oh las cuatro paredes de la celda.
que sin remedio dan el mismo número.
Ah las cuatro paredes albicantes
Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.
Muy distinta
es la prisión que vivía Huidobro, de índole existencial:
Soy yo Altazor
Altazor
Encerrado en la jaula de su destino
En vano me aferro a los barrotes de la evasión
posible
La soledad es
un elemento presente en ambas obras. Soledad del hombre privado de su libertad
en un momento de su vida, como ya se ha visto en el caso de Vallejo. Soledad
metafísica en Altazor:
Estás perdido Altazor
Solo en medio del universo
Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
(…)
Estoy solo
La distancia que va de cuerpo a cuerpo
Es tan grande como la que hay de alma a alma
Solo
Solo
Solo
Estoy solo parado en la punta del año que agoniza
(Canto I)
Soledades que
surgen de hechos cotidianos podemos encontrar en el texto de Vallejo:
He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.
(XXVIII)
En ambas obras
encontramos un deseo de acabar con la divinidad o de alejarse radicalmente de
ella:
Dios diluído en la nada y el todo
Dios todo y nada
Dios en las palabras y en los gestos
Dios mental
Dios aliento
Dios joven Dios viejo
Dios pútrido
lejano y cerca
Dios amasado a mi congoja
(Canto I, A)
Y Dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña.
apenas,
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.
Señor, lo quiero yo…
Y basta!
(XXXI, T)
César Vallejo
Imagen: https://revistaanubis.files.wordpress.com/2011/09/cesar-vallejo.jpg
La manera como Huidobro y Vallejo se
relacionaron con las vanguardias europeas fue muy diferente. Huidobro tuvo
contacto directo con ellas desde joven, fue amigo de artistas vanguardistas y,
como se sabe, fundó su propio movimiento de vanguardia, el creacionismo. Y si
hay una obra poética en nuestra lengua que sintetice mejor las vanguardias y
las corrientes que las precedieron (romanticismo, simbolismo, modernismo), esa
es Altazor, lo que hace que no pueda
ser encasillada en ninguna en particular, aunque desde luego responde plena e
integralmente a los postulados del creacionismo: los lleva a su máximo punto de
efervescencia, es su obra maestra. En contraste, Vallejo llega a la vanguardia
de modo muy distinto y no con el mismo deleite, pasión y convicción con que lo
hace Huidobro. Si en Los heraldos negros
es posible encontrar algunos elementos novedosos y posteriormente, de forma
plena, en Trilce, se debe más a una
evolución personal, a la intuición que a un profundo conocimiento de las
vanguardias, y sólo hasta que Vallejo fija su residencia en París, en 1926,
puede tener un amplio acercamiento a los movimientos de vanguardia. La
información que llegaba a Perú sobre estos movimientos era escasa, básicamente
a través de la revista española Cervantes
que Vallejo solía leer. Es casi seguro, por otra parte, que leyera a autores
como Mallarmé. De todos modos no parece muy entusiasmado con las vanguardias.
Vallejo es un vanguardista atípico: no funda ningún movimiento, no escribe
ningún manifiesto ni arte poética. Respeta los diversos y hasta revolucionarios
procesos creativos de su época pero tiene en claro que “hay un timbre humano,
un latido vital y sincero, al cual debe propender el artista, a través de no
importa qué disciplinas, teorías o procesos creadores. Desde esa emoción, seca,
natural, pura, es decir, prepotente y eterna, y no importan los menesteres de
estilo, manera, procedimientos, etc.” [1]
Vicente Huidobro
Imagen:
http://www.excentrica.com.ar/temblor-del-cielo-de-vicente-huidobro/
En uno de sus manifiestos, La creación pura, Huidobro no se aparta
radicalmente de esta concepción vallejiana, y aunque lo expresa en otros
términos y su procedimiento creador sea distinto, la esencia parece ser la
misma: “Yo lucho desde hace bastante tiempo por el arte de creación pura y ésta
ha sido una verdadera obsesión en toda mi obra. Ya en mi libro Pasando y pasando, publicado en enero de
1914, dije que al poeta debe interesarle ‘el arte creativo y no el de la
cristalización’”.[2]
Uno de los poemas
más conocidos de Trilce, el XXXII, se
convirtió en un referente de la vanguardia hispanoamericana. Empieza así:
999 calorías
Rumbbb… Trrraprrr rrach… chaz
Serpentínica u del biscochero
engirifada al tímpano.
En la cuarta
estrofa encontramos:
Remeda al cuco; Roooooooeeeis…
Nótese el uso
libre de la mayúscula. Huidobro podría contestarle así con los primeros versos
del canto VII:
Ai aia aia
ia ia ia aia ui
Tralalí
Lali lalá
Aruaru
urulario
Descomposición,
deformación y transformación del lenguaje, y también la búsqueda de una nueva
sensibilidad. Es lo que encontramos, en estilos diferentes, en ambas obras.
Huidobro lo expresa así en uno de sus manifiestos: “Para el creacionismo, la
verdad exterior que existe a priori es despreciable desde el punto de vista
artístico. El arte sólo busca la verdad interior, aquella a la que el creador
le da forma y vida, y que no existiría sin él”.[3]
En los últimos
versos del poema XIII Vallejo dice
Oh, escándalo de miel de los crepúsculos
Oh estruendo mudo
¡Odumodneurtse!
El deseo, la
necesidad de inventar palabras atraviesa las dos obras:
Ylarca murllonía
Hormajauma marijauda
Mitradente
Mitrapausa
Mitralonga
Matrisola
matriola
(Canto VII, A)
En Vallejo
encontramos, por ejemplo, amargurada,
teneblosa, ternurosa, hifalto, ennazala, innánima, grifalda.
El canto VII
de Altazor es pletórico en neologismos de diverso origen que crean o dan la
ilusión de un idioma provisional. En mi opinión es una tentativa de reinventar
la lengua:
Lunatando
Sensorida e infimento
Ululayo ululamento
Plegasuena
Cantasorio ululaciente
Oraneva yu yu yo
Tempovío
Infilero e infinauta zurrosía
Jaurinario ururayú
Montañendo oraranía
Arorasía ululacente
Semperiva
ivarisa tavirá
En el caso de
Vallejo la inventiva también está dada por una deliberada transgresión
lingüística: alteraciones de todo tipo, inclusive en la ortografía, que
muestran un sujeto lírico pueril, iletrado o pobre, como si el que hablara en
muchos de sus poemas fuera un niño, un campesino, un peón, un obrero, un
mendigo. Conocida es la preocupación y sensibilidad de Vallejo por los seres
indefensos, desposeídos, incultos, marginales, inocentes. Ese sujeto lírico
inculto, burdo, juguetón, vulgar, a menudo se alterna con el culto y
sofisticado. Habla coloquial y habla intelectual que al juntarse o separarse
producen un efecto no literario, o antipoético si se quiere, rasgo radicalmente
distinto a la estética de Huidobro. Veamos estos versos de Vallejo:
Quién hace tanta bulla, y ni deja
testar las islas que van quedando
(I)
Vusco volvvver de golpe el golpe.
(…)
Busco volvver de golpe el golpe.
(…)
Fallo bolver de golpe el golpe.
(IX)
Mentira. Si lo hacía de engaños,
y nada más. Ya está. De otro modo,
también tú vas a ver
cuánto va a dolerme el haber sido así.
Mentira. Calla.
Ya está bien.
Como otras veces tú me haces esto mismo,
por eso yo también he sido así.
(LI)
Estamos a catorce de Julio.
Son las cinco de la tarde. Llueve en toda
una tercera esquina de papel secante.
Y llueve más de abajo ay para arriba.
(LXVIII)
Hubo un día tan rico el año pasado…!
que ya ni sé qué hacer con él
(LXXIV)
Otro vaso y me voy. Y nos marchamos,
ahora sí, a trabajar.
(XXXV)
Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.
Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más
Madre dijo que no demoraría.
Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos ¡el mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.
(III)
Lenguaje
simple, cotidiano, seco, terrestre, incluso bucólico, que contrasta con el
mágico, etéreo, luminoso, trascendental, aéreo, lúdico y musical de Altazor:
Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?
¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu
sonrisa?
Con la espada en la mano?
¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus
ojos como el adorno de un
dios?
¿Por qué un día de repente sentiste el terror de
ser?
(…)
¿Robinsón por qué volviste de tu isla?
De la isla de tus obras y tus sueños privados
La isla de ti mismo rica de tus actos
Sin leyes ni abdicación ni compromisos
Sin control de ojo intruso
Ni mano extraña que rompa los encantos
¿Robinson cómo es posible que volvieras de tu
isla?
(Canto I)
Pero Vallejo
sorprende también cuando incluye un soneto de bella factura, que
deliberadamente hace rimar en sus cuartetos y no rimar en sus tercetos. Es el
poema XLVI:
La tarde cocinera se detiene
ante la mesa donde tú comiste
y muerta de hambre tu memoria viene
sin probar ni agua, de lo puro triste.
Mas, como siempre, tu humildad se aviene
a que le brinden la bondad más triste.
Y no quieres gustar, que ves quien viene
filialmente a la mesa en que comiste.
La tarde cocinera te suplica
y te llora en su delantal que aún sordido
nos empieza a querer de oírnos tanto.
Yo hago esfuerzos también; porque no hay
valor para servirse de estas aves.
Ah! qué nos vamos a servir ya nada.
Este soneto y
la escritura (o reescritura) de otros poemas que parecen haber sido proyectados
como sonetos o que pueden ser reescritos como tales, es un ejemplo de cómo
Vallejo no pretendía romper completamente con la tradición sino, en cierto modo,
dialogar con ella. Huidobro va a llegar mucho más lejos en ese sentido, como lo
manifiesta Norma Angélica Ortega: “Pero no sólo el espíritu de vanguardia del
incipiente siglo XX -del cual Huidobro fue parte viva y su principal promotor
en lengua castellana- tiene lugar en él; también hay en esta obra ecos
modernistas así como románticos y simbolistas”.[4]
Vallejo por su
lado llega a sugerir cómo iniciaría el poeta simbolista francés Albert Samain
uno de sus poemas, el LV, para marcar así una abrupta diferencia de estilos,
estados anímicos, sensibilidades y circunstancias de una manera descarnada,
casi brutal:
Samain diría el aire es quieto
y de una contenida tristeza.
Vallejo dice hoy la Muerte está soldando cada
lindero a cada
hebra de cabello perdido, desde la cubeta de un frontal, donde hay
algas, toronjiles que cantan divinos almácigos en guardia, y versos
antisépticos sin dueño.
Un motivo que
encontramos en las dos obras es la mujer, la amada, la amante, la compañera. El
canto II de Altazor es una celebración
de esta mujer:
Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma.
En Trilce el tono es crudo y directo:
Pienso en tu sexo.
Simplificando el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón
y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
(XIII)
Por momentos
se suaviza un poco pero se mantiene lacónico:
Has venido temprano a otros mundos
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.
(XV)
En Altazor hallamos una mujer espacial, aérea:
He aquí tu estrella que pasa
Con tu respiración de fatigas lejanas
Con tus gestos y tu modo de andar
Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche
Sin embargo te advierto que estamos cosidos
A la misma estrella
Estamos cosidos por la misma música tendida
De uno a otro
En Trilce los amantes están cosidos, unidos
de otra forma, a partir del simple hecho cotidiano de pegar un botón:
Entre tanto ella se interna
entre los cortinajes y ¡oh aguja de mis días
desgarrados! se sienta a la orilla
de una costura, a coserme el costado
a su costado,
a pegar el botón de esa camisa
que se ha vuelto a caer. Pero hase visto!
(XXXV)
Rara belleza en la poesía de Vallejo.
Y sí, la mujer de Trilce es
inequívocamente terrenal:
Amorosa llavera de innumerables llaves,
si estuvieras aquí, si vieras hasta
qué hora son cuatro estas paredes.
Contra ellas seríamos contigo, los dos,
más dos que nunca. Y ni lloraras,
di, libertadora!
(XVIII)
Huidobro encuentra a la amada
mediante diversas abstracciones, ensoñaciones e imágenes:
Te hallé como una lágrima en un libro olvidado
Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se
vuelan
Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta
Vallejo elude la ensoñación, como en
este poema, el XXXVII, y opta por una recreación que quizás ejemplifique esa
sensibilidad agridulce, risible y trunca del nombre de su poemario (Trilce):
He conocido a una pobre muchacha
a quien conduje hasta la escena.
La madre, sus hermanas qué amables y también
aquel su infortunado “tú no vas a volver”.
Como en cierto negocio me iba admirablemente
me rodeaban de un aire de dinasta florido.
La novia se volvía agua,
y cuán bien me solía llorar
su amor mal aprendido.
Me gustaba su tímida marinera
de humildes aderezos al dar las vueltas,
y cómo su pañuelo trazaba puntos,
tildes, a la melografía de su bailar de juncia.
Y cuando ambos burlamos al párroco,
quebróse mi negocio y el suyo
y la esfera barrida.
En Altazor el amor se hace pleno, se realiza, se consolida:
Nada se compara a esa leyenda de semillas que
deja tu presencia
A esa voz que busca un astro muerto que volver a
la vida
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a
colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un mur-
mullo en la eternidad
Y ese pie que es la fiesta de los caminos encade-
nados
Y esos párpados donde vienen a vararse las cente-
llas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu
vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Dormido a la sombra de tus senos
(Canto II)
En Trilce
el amor se frustra:
De la noche a la mañana voy
sacando lengua a las más mudas equis.
En nombre de esa pura
que sabía mirar hasta ser 2.
En nombre de que la fui extraño,
llave y chapa muy diferentes.
En nombre della que no tuvo voz
ni voto, cuando se dispuso
esta su suerte de hacer.
Ebullición de cuerpos, sin embargo,
aptos; ebullición que siempre
tan sólo estuvo a 99 burbujas.
¡Remates, esposados en naturaleza,
de dos días que no se juntan,
que no se alcanzan jamás!
La muerte, uno de los grandes temas
de la poesía, aparece en las dos obras:
Altazor morirás. Se secará tu voz y serás invisible
(…)
Eres tú tú el angel caído
La caída eterna sobre la muerte
La caída sin fin de muerte en muerte
(…)
Después de mi muerte un día
El mundo será pequeño a las gentes
Plantarán continentes sobre los mares
Se harán islas en el cieloz
(Canto I, A)
Estáis muertos.
Qué extraña manera de estarse
muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos,
muertos.
Flotáis nadamente detrás de
aquesta membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a
crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os
duele.
(LXXV, T)
En los anteriores versos Vallejo emplea
la expresión “del zenit al nadir”, a la cual recurre Huidobro para ahondar la
caída altazoriana:
Vamos cayendo, cayendo de
nuestro zenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se
envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera
de ti mismo, caerás del zenit al nadir porque ése es tu destino, tu miserable
destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu
duración en la memoria de la piedra.
(Prefacio)
Como ya lo insinué, en Vallejo hay
un propósito estético que apunta a elaborar una poesía que sea simple y humana,
aspecto que lo diferencia del ímpetu creacionista y apasionadamente
vanguardista de Huidobro. En el primer número de Favorables París Poema, la revista que fundó en París en julio de 1926,
lo expone así: “La poesía nueva a base de palabras o metáforas nuevas, se
distingue por su pedantería y novedad, y, en consecuencia, por su complicación
y barroquismo. La poesía nueva a base de sensibilidad nueva es, al contrario,
simple y humana, y a primera vista se la tomaría por antigua o no atrae la
atención sobre si es o no moderna”.[5]
Vanguardista atípico, poco le importa
a Vallejo que se le catalogue o no como moderno. Huidobro, paradigma de la
poesía moderna hispanoamericana, sí busca (y con todo derecho) el
reconocimiento a su vanguardia. Sobre el poema creacionista afirma que “se
compone de imágenes creadas, de situaciones creadas, de conceptos creados; no
escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos
elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse en absoluto de la
realidad ni de la veracidad anteriores al acto de realización”.[6]
Los recursos expresivos de estos dos
textos son de una riqueza extraordinaria e inagotable, sin precedentes en la
literatura hispanoamericana, y resultaría muy extenso hablar de todos ellos. Me
he referido especialmente a la gama de neologismos creados por estos dos
grandes poetas. Con todo, es pertinente resaltar, entre otras cosas, los usos
insospechados que ellos le otorgan a las categorías gramaticales, permutando
sus funciones para transformar el lenguaje poético. Además de los ejemplos ya
vistos, veamos algunos más:
Rumbé sin novedad por la veteada calle
que yo me sé.
(VII, T)
Viene gondoleando la golondrina.
(Canto IV, A)
Grupo dicotiledón. Oberturan
desde él petreles, propensiones de trinidad,
finales que comienzan, ohs de ayes
creyérase avaloriados de heterogeneidad.
(V, T)
La tarde cocinera se detiene
(XLVI, T)
O el manejo del absurdo, ese elemento
que hizo escuela en las vanguardias:
Los cuatro puntos cardinales son tres: el Sur y el
Norte
(Prefacio, A)
El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera
(VI, T)
Para concluir quisiera, primero,
hacer hincapié en el carácter de obra abierta que tienen Altazor y Trilce, lo que
permite múltiples lecturas e interpretaciones, la intertextualidad, el diálogo
con las vanguardias y la tradición, la continuidad y prolongación estética y
existencial en la obra de Huidobro y Vallejo, su influencia y vigencia en la
literatura hispanoamericana. Su extrema libertad creativa ha abierto infinitas
posibilidades en la exploración del lenguaje literario. Y por último, los
finales. Si Huidobro decide inventar una lengua momentánea, poética, deformar o
desintegrar la lengua misma para concluir, per
se, su obra, Vallejo no concluye sino que comienza: su último poema puede
leerse como una poética de Trilce
(tan esquiva en el conjunto de la obra), su prefacio:
Graniza tanto, como para que yo recuerde
y acreciente las perlas
que he recogido del hocico mismo
de cada tempestad.
No se vaya a secar esta lluvia.
A menos que me fuese dado
caer ahora para ella, o que me enterrasen
mojado en el agua
que surtiera de todos los fuegos.
¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?
Temo me quede con algún flanco seco;
temo que ella se vaya, sin haberme probado
en las sequías de increíbles cuerdas vocales,
por las que,
para dar armonía,
hay siempre que subir ¡nunca bajar!
¿No subimos acaso para abajo?
Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!
(LXXVII)
Finalizar con el principio, ¿por qué
no? Ya había citado el verso “finales que
comienzan, ohs de ayes” del poema V. En Huidobro la caída es libre y
progresiva, es la caída de Altazor, del ser humano y del lenguaje. En Vallejo
caer es levantarse y volver a caer, subir es bajar, finalizar es empezar. Ese
final que en realidad da comienzo, marca aún más la cualidad abierta de su
obra. Y la caída total en Altazor es
también el inicio de otro viaje… sin paracaídas.
NOTAS
[1] VALLEJO, César. Citado por Raúl Hernández Novás en CÉSAR VALLEJO, 1. Valoración múltiple.
Fondo Editorial Casa de las Américas. La Habana , 1999. p. 16
[2] HUIDOBRO, Vicente. Manifiestos.
La creación pura (ensayo de estética). Editions de la Revue Mondiale.
París, p. 83
[3] Ibid. p. 77
[4] ORTEGA, Norma Angélica. Vicente
Huidobro. Altazor y las vanguardias. UNAM. México, 2000. p. 11
[5] VALLEJO, César. Citado por Raúl Hernández Novás en CESAR VALLEJO 1. Valoración múltiple. La Habana , 1999. p. 21
[6] HUIDOBRO, Vicente. Manifiestos.
Editions de la Revue Mondiale.
París. p. 87
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