domingo, 8 de diciembre de 2013

33 AÑOS SIN JOHN LENNON


Dirás que soy un soñador
Pero no soy el único
Espero que algún día te nos unas
Y el mundo será uno solo
John Lennon – Imagine


En noviembre pasado el mundo conmemoró los 50 años del asesinato del presidente Kennedy, ocasión que sirvió para revisar su gobierno, su legado y las circunstancias que rodearon su muerte. Al final seguimos sin saber a ciencia cierta si Lee Harvey Oswald fue el asesino, o el único asesino, y exactamente quiénes estuvieron detrás del magnicidio de ese 22 de noviembre de 1963. Setenta y siete días después de ocurrido éste arribaron a Nueva York, al aeropuerto que había sido rebautizado con el nombre del asesinado presidente, cuatro jóvenes ingleses conocidos como The Beatles, en su primera visita a los EE.UU. Eran los invitados estelares de un programa televisivo de música pop, El Show de Ed Sullivan, que suponía la consagración para cualquier cantante o banda. Los Beatles debutaron la noche del 9 de febrero de 1964 ante unos Estados Unidos que aun no se reponían por la muerte de Kennedy. Se estima que alrededor de ochenta millones de personas vieron aquella histórica presentación, la mayor audiencia registrada en televisión hasta entonces. Fue como la catarsis que los estadounidenses esperaban, el comienzo oficial de la Beatlemanía en Norteamérica y de la llamada invasión británica de bandas de rock and roll. No habría imaginado John Lennon aquella inolvidable noche neoyorkina que algún día terminaría viviendo en esa ciudad; y muriendo en ella también, de una manera similar a la de John F. Kennedy: cerca de su esposa y a balazos.

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Última foto tomada a Lennon en vida, justo al lado de su victimario 
 cuando le firmaba un autógrafo la noche de su asesinato. 
Foto: Paul Goresh. 

La fría noche del 8 de diciembre de 1980 Lennon, de 40 años, fue acribillado por un admirador suyo, Mark David Chapman, que horas antes le había solicitado que estampara su autógrafo sobre la carátula de su último disco, Double Fantasy, a la entrada del edificio Dakota, donde vivía con su esposa Yoko Ono y su pequeño hijo Sean. Once años atrás Lennon había dicho, refiriéndose a su controversial campaña internacional por la paz que realizaba con Ono, por la cual se dijo que la pareja se asemejaba más a un par de comediantes que a unos serios pacifistas, lo siguiente: “Laurel y Hardy, así nos ven a John y a Yoko. Y siendo eso, nuestras probabilidades son mejores, porque a toda la gente que la toman en serio, como Martin Luther King, Kennedy y Gandhi, le pegan un tiro”.[1] Lennon ciertamente se equivocó, porque a él también lo tomarían en serio. Desde que llegó a Nueva York en 1971, con intenciones de quedarse, las autoridades lo tuvieron en la mira. La administración Nixon, que buscaba reelegirse el año siguiente, siempre vio a Lennon como una persona non grata debido a su conocida y radical oposición a la guerra de Vietnam, que Nixon había recrudecido, y a la guerra en general, y a su apoyo a líderes sociales como Abbie Hoffmann, Jack Rubin, John Sinclair (cuya liberación fue presionada por Lennon en un concierto en el que participó junto a otros músicos) y Bobby Seale, fundador de las Panteras Negras. Nixon, al parecer, creía que Lennon podía influir en el voto de millones de jóvenes estadounidenses en su contra en las elecciones de 1972 (era la primera vez que jóvenes entre los 18 y 21 años podrían votar en los EE.UU). Así es que la batalla para deportarlo pronto se inició. Y el ex Beatle contraatacó con una batalla legal y mediática que duraría cinco años, mientras era constantemente espiado y sus llamadas interceptadas. Se sabe que el FBI tenía un largo expediente sobre su caso. 

Nixon fue reelegido finalmente, pero su gobierno pronto se vio ensombrecido por el escándalo Watergate. Y Lennon era visto como un personaje con capacidad de aumentar la desestabilización del gobierno. La renuncia de Nixon en 1974 disminuyó la presión sobre el polémico ex Beatle . Tras cuatro años infructuosos por lograr su deportación, el gobierno de Gerald Ford, sucesor de Nixon, permitió que Lennon recibiera la Green Card, la tarjeta de residencia permanente, en 1976.

Los años de Jimmy Carter en la Casa Blanca (1977-1980) fueron un periodo de tranquilidad para los Lennon. Pero, ante todo, John se había retirado de la industria discográfica y estaba completamente dedicado a su familia. Su hijo Sean había nacido en 1975 y no quería repetir con él la experiencia de su primer hijo, Julian, que tuvo con su primera esposa, la del hijo de un famoso padre ausente. En 1980 John y Yoko volvieron a los estudios de grabación para trabajar en un nuevo álbum después de cinco años. Entretanto, Mark David Chapman, de 25 años, ya había tomado la decisión de asesinar a Lennon. ¿Por qué un admirador de los Beatles quería asesinar precisamente a John Lennon? La versión oficial dice más o menos que Chapman era un fanático perturbado que quería ajusticiar a Lennon por haberse traicionado a sí mismo y al mundo con sus erráticas y contradictorias acciones y su vida de multimillonario. La leyenda dice que detrás del asesinato hubo una conspiración: ¿crimen político?; que era parte de una contraofensiva conservadora, la que llevó a Ronald Reagan al poder; que Lennon no se iba a quedar callado ante otro gobierno reaccionario (en noviembre de 1980 Carter perdió la reelección ante Reagan); que Chapman fue programado o adiestrado por un organismo de inteligencia para matar a Lennon. Lo cierto es que hasta ahora, por más que Chapman haya declarado haber actuado solo, que escuchaba una voz interior ordenándole el asesinato -y cosas de ese tipo-, que siga purgando una condena que podría ser perpetua, uno se pregunta si el caso Lennon, como el de los Kennedy (John y Bobby) y el de tantos otros, realmente está cerrado. Y si en caso de no estarlo, algún día sabremos la verdad.

Por ahora prefiero pensar que otro mundo todavía es posible, como ese que soñó Lennon en Imagine. Que, claro, empieza con uno mismo. Que Lennon sí tenía mucho, y afortunadamente, de Laurel y Hardy. Que su pacifismo era tan serio como el de los hermanos Marx, esos grandes cómicos del cine. Y tan cercano al de Gandhi, Luther King y Mandela, que acaba de morir. Porque la utopía no ha muerto. Y Lennon imaginó, en sus años de enfrentamiento con el establishment, un país que llamó Nuthopia: sin fronteras, sin pasaportes, sólo con gente. ¿Será tomado en serio este sueño algún día?    
                   




[1] John Lennon, citado por Héctor Sánchez, en http://www.efeeme.com/la-cara-oculta-del-rock-john-lennon-un-peligro-para-los-estados-unidos. 

1 comentario:

  1. Afortunadamente hay muchos soñadores, todavía. Muy buen artículo, con franqueza cruda y necesaria.

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