Yo
soy un desordenado, un antimétodo, un anti-todo. Trabajo toda la noche porque
nunca puedo dormir. Escribo, fumo, medito, hago infinidad de cartas, y cuando
me siento estúpido me emborracho. Luego me acuesto a las 8 de la mañana y
duermo hasta que despierto. He deseado vivir libremente como los pájaros. Me
encanta no tener dinero, sufrir, y no tener que trabajar en una oficina. Por lo
demás, soy el escritor que más trabaja en Colombia. En cierto sentido, soy un
santo.
Gonzalo Arango[1]
Portada
del No. 1 de la revista Nadaísmo 70
Fuente:
http://www.elprofetagonzaloarango.com/Nadaismo_70.1.html
Cuando aún era distinguible la
línea que había guiado la vida y escritura de Gonzalo Arango, una última
aventura nadaísta estaba por darse: la revista Nadaísmo 70, que dirigiría con Jaime Jaramillo Escobar. Fue, en mi
opinión, el testamento del grupo. Y así como tuvo aciertos e innegables aportes
al periodismo cultural y de opinión de aquellos años en Colombia, también
incurrió en desplantes, como el del apoyo público a la precandidatura del
conservador Belisario Betancur, que Gonzalo reafirmó con el editorial del
número 2 de la revista (“Entre la espada y la oligarquía”) en el año electoral
de 1970. Pero, más allá de estas y otras paradojas, a partir de este
emprendimiento editorial crítico y alternativo en la prensa y las letras del
país, Gonzalo logró unificar al grupo nadaísta, disperso desde los tempranos
desencuentros entre el grupo de Medellín y el de Cali, atizado por su partida a
Bogotá y su gradual inserción en el periodismo impreso que lo convertiría en
habitual columnista de los medios de masas (asunto que en sus comienzos provocó
la visceral reacción del grupo caleño). En fin. El hecho es que Gonzalo decidió
unir fuerzas con quien había sido uno de sus principales contradictores de
grupo, el poeta Jaime Jaramillo Escobar, el mismo que liderara aquel acto
simbólico parricida de ocho años atrás en Cali, para poner en marcha el
postergado proyecto de la revista.
Fuente:
http://www.elprofetagonzaloarango.com/Nadaismo_70.4.html
¿Qué era exactamente Nadaísmo 70? No es fácil decirlo.
Pretendía ser, como se lee en su ficha del segundo número, una “revista
americana de vanguardia”. Sin embargo, a lo largo de sus ocho ediciones logró
plasmar sólo parcialmente lo que eran las vanguardias de entonces, artísticas e
incluso políticas, principalmente debido a su discontinuidad y final prematuro:
a Gonzalo, desafortunadamente, le faltaron las motivaciones necesarias para
seguir al frente del proyecto; y a los demás nadaístas, romper la dependencia
que aún parecían tener frente a su líder. Porque pese a la irregularidad de su
aparición, la revista tuvo un impacto sociocultural en el país, muchos lectores,
intercambio con intelectuales del exterior, apoyo de la empresa pública y
privada. Era una publicación exitosa, de hecho, su octava edición contó con un
tiraje de sesenta mil ejemplares,[2]
algo inusual para una revista de sus características en un país como Colombia.
Octavo y último número de la revista Nadaísmo 70
Fuente:
http://www.elprofetagonzaloarango.com/Nadaismo_70.8.html
Pese al esfuerzo de sus
directores y colaboradores, a sus notas literarias, a su crítica política, social
y cultural, a sus reportajes incisivos y, ya en sus últimos números, a sus proyectos
visuales (fotográficos y plásticos) la revista no parece encontrar su horizonte
vanguardista y falla hasta en cosas elementales: nunca presenta un sumario,
descuida a veces el diseño, la diagramación, la puntuación y no muestra una
corrección de estilo. Con la decisión del “profeta” de no continuar haciendo la
revista, el tan anunciado emprendimiento periodístico cultural del grupo queda
así frustrado, hecho a medias. Lo que pudo haber sido un proyecto cultural de
larga duración se diluye en poco tiempo y señala, como he dicho, el fin del
grupo o el comienzo del fin. De acuerdo con Jaime Jaramillo Escobar, el número
ocho de la revista no se vendió bien debido a que lo que iba a ser una primicia
de la revista no lo fue por error del propio Gonzalo, que la reveló para
hacerle propaganda a esa edición y con ello le permitió a otro periodista
adelantarse en la publicación del relato.[3]
Una vez más su ingenuidad, o exceso de confianza, obró en su contra. Y para él
resultó un golpe tan bajo que decidió no continuar con la revista. Poco tiempo después
hizo pública su renuncia al nadaísmo a través de una carta dirigida a Hernando
Santos, jefe de redacción de El Tiempo. Había conocido a la inglesa Angela Mary
Hickie, más conocida como Angelita, en la isla de Providencia. Se enamoraron y
se fueron a vivir juntos. Sobre las mujeres, el matrimonio y la relación de
pareja en general, en la mencionada entrevista con Lucy Nieto de Samper, Gonzalo
había declarado:
[El
matrimonio] es excelente para los que no tienen nada qué hacer con su vida. Es
una institución muy moral, pero va contra la naturaleza. No me gusta en
absoluto. No creo que tenga mucho corazón para soportar una mujer a mi lado
doce horas de día y doce de noche. Esto requiere no sólo mucha paciencia sino
mucho coraje. [...] Sinceramente me considero el peor “partido” para una mujer.
Y algo muy terrible: soy un solitario. Las mujeres me agradan mucho por un
rato, pero no para toda la vida. [...] A duras penas me soporto a mí mismo.
Además soy psicópata.[4]
Angela Mary Hickie ("Angelita") y Gonzalo Arango
Fuente:
http://www.gonzaloarango.com/imagen/gonzalo-arango-24.html
Pero Gonzalo no sólo tuvo el
coraje de vivir esos últimos años de su vida con la misma mujer sino de
abandonar todo lo que había constituido su vida, empezando, claro, con el
nadaísmo. Fue como un negarse a sí mismo que implicaba el sacrificio. “El
encuentro salvífico se había producido en 1971. En este año, y como testimonio
de su conversión, Gonzalo liquidó el nadaísmo. Para hacerlo no tuvo que
convocar consistorio, pues todo lo que se hizo con ese nombre fue obra suya”,[5]
dice Alberto Aguirre, refiriéndose al cambio de piel que supuso para Gonzalo la
relación con Angelita. “Lo que se precisa aclarar es que esta evolución mística
ya anidaba en Gonzalo, y la visitante inglesa operó sólo como detonante”,[6]
explica. Era algo, por lo demás, que estaba en la atmósfera de aquellos años,
en las búsquedas espirituales de miles de jóvenes que terminaron retornando a
sus creencias primordiales. De repente Cristo se había puesto de moda entre
ellos y hasta se había hecho un polémico musical que triunfaba en Broadway, Jesucristo Superstar, y muchas canciones
pop hablaban de cuestiones místicas, como la exitosa My sweet lord, del ex Beatle George Harrison. “El milagro, a
Gonzalo, se lo hizo Angelita [...] especie de hippy trasplantada, que a ratos
pintaba florecitas y a ratos cantaba”,[7]
añade Aguirre.
Por otra parte, el mismo
Aguirre comenta lo lastimosos que fueron, en su opinión, los últimos años
nadaístas de Gonzalo. Además del referido encuentro con el presidente Lleras
Restrepo, por quien Gonzalo había expresado regocijo, afirma que “se había
dedicado a la fabulación irresponsable y al calco impune”,[8]
en relación con una serie de reportajes que publicó en la revista Contrapunto, de Bogotá, acerca de su
experiencia en la cárcel La Ladera, con el título de Memorias de un presidiario nadaísta.
Estaba
inventando y estaba falsificando, con total irresponsabilidad. Él mismo dijo
que de modo deliberado alargó el cuento, pues le pagaban 500 pesos por
artículo, suma que le permitía sobrevivir con su mujer. Es un cuento chino,
lleno de pavores y agresiones y peligros en que habría incurrido en el patio
tercero (era el cuarto, realmente) de La Ladera, donde metían a los
delincuentes más peligrosos. Y la verdad, según lo supe por el propio director
de la cárcel, es que había estado en el segundo, el de los castos, donde no le
pasó nada y donde no tuvo riesgo alguno. Pero su relato parece muy veraz. Por
esa época apareció un testimonio auténtico sobre la vida en esa cárcel, un
pequeño libro con el título La Ladera, de un joven poeta maldito y renegado,
Mauro Álvarez, que sí sufrió los rigores de esa prisión y de ese patio. Es la
fuente de Gonzalo. Pero no lo menciona.[9]
Otro episodio que menciona
Aguirre tiene que ver con una noticia que Gonzalo tradujo erróneamente cuando
trabajaban juntos en la agencia France-Presse, “sobre una visita de la reina
Juliana, de Holanda, a la reina Isabel, de Inglaterra, cuando puso a las reinas
a ‘almorzar juntas en un hotel’. Algo que no trascendió, que ni siquiera
conoció la oficina de Bogotá, y que los dos tomamos en broma. Aquí lo infla
(estaba inflando la historia, por los 500 pesos semanales), para afirmar que yo
lo había destituido por exigencia de París, pues se había armado ‘una crisis
internacional’.[10]
Gonzalo
Arango
Foto: Hernán Díaz (ca. 1966)
Fuente:
http://proyectos.banrepcultural.org/hernan-diaz/es/el-mundo-como-una-pintura-en-rollo/gonzalo-arango
Así, con una obra literaria y
periodística que dejó a medio camino, con una revista que, como su Primer Manifiesto, fue más lo que
prometió que lo que en realidad llegó a hacer; con unas dudosas memorias que lo
llevaron a la fabulación de sí mismo, acaso como parte de la construcción de su
propio mito, traicionando de paso amistades y faltando a la ética de autor,
Gonzalo decidió luego, aunque no lo asumiera de ese modo, traicionarse a sí
mismo: ya no dejaría más ninguna “fe intacta, ni un ídolo en su sitio”,[11]
claudicaría ante su misión de desacreditar el orden establecido, a la que había
estado abocado durante los primeros años nadaístas, pero tampoco lo vería como
una claudicación ni traición sino como una salvación. Porque en manos de
Angelita creyó encontrar su verdad y el equilibrio, si es que alguna vez lo
tuvo, que sentía perdidos. Pero, aparte de las motivaciones místicas que ahora
tenía, ¿había asumido lo que Alberto Aguirre y otros consideran su fracaso como
escritor?
Un breve repaso a cierta
crítica en torno a su obra y a la de sus compañeros muestra que los nadaístas
no lograron hacer la literatura que se esperaba: vanguardista, contundente,
desafiante, renovadora, sólida y de pervivencia, salvo las excepciones que ya
se han hecho en el campo de la poesía y la narrativa. Gonzalo terminó
destacándose en el periodismo escrito y literario, pero él mismo decidió truncar
su carrera como cronista, reportero y articulista. En torno a su narrativa y al
teatro que intentó escribir, Juan Gustavo Cobo Borda manifiesta: “Sus cuentos,
releídos hoy, resultan incómodos por su sentimentalismo e ingenuidad; muchas de
sus prosas, cursis e hiperbólicas, anulan el furor de varios apartes, cargados
de rabia. Y su teatro -Los ratones van al infierno, La consagración de la nada
(1964)- mereció ya en el momento de su aparición críticas como la de Helena
Araújo”,[12]
indicando luego lo desfavorables que fueron esas críticas. Alberto Aguirre, por
su lado, apunta:
Gonzalo
se frustra como escritor en ese aspaviento del nadaísmo. Él es, sin duda, un
gran escritor en potencia, una posibilidad, pero después lo cogió el torbellino
de su propio movimiento. Que no es un movimiento tampoco. Es un grito. [...]
Escribió unas obras de teatro que son pésimas, pues no tienen calidad teatral,
mundo teatral. Hay unos textos bellísimos de ensayo o de crítica. Por ejemplo,
“Medellín, a solas contigo” es una página detonante como crítica de esta
sociedad, de esta ciudad. Las cartas de Gonzalo son bellísimas. [...] Y Gonzalo
se dedica a escribir artículos, se vuelve periodista, hace reportajes, algunos
muy bellos. Pero su tarea de escritor es muy pobre, realmente. Su obra es
fragmentada, casi simples esbozos. Hubiera podido ser un ensayista crítico de
la cultura, tal vez, un gran novelista.[13]
Un miembro del grupo nadaísta,
Eduardo Escobar, comenta que el problema de Gonzalo como escritor es que fue
muy disperso, lo cual impediría hacer una antología de sus poemas, de sus
cuentos o de sus ensayos, no obstante haber escrito magníficos poemas, cuentos
y ensayos.[14]
Alberto Aguirre, en cambio, lo descalifica como poeta: “La poesía de Gonzalo es
forzada y enteca”.[15]
Pero coincide con muchos otros en reconocer su trabajo periodístico: “Sus
reportajes y notas periodísticos tienen gracia y perspicacia. En crónicas de
más fuste [...] reaparecen rastros de la vieja furia […] Pero no logra escapar
del ripio”.[16]
Portada
del libro De la Nada al Nadaísmo
(1966)
Fuente:
https://www.libreriaerrata.com/index.shtml?apc=e-xx-1-&x=1257
La dispersión literaria de
Gonzalo, su potencialidad pero al mismo tiempo su inestabilidad como escritor,
y el abrupto final de la revista Nadaísmo
70 tal vez se expliquen a partir de lo que el mismo Escobar dijera en otra
oportunidad sobre la vida del “profeta”:
Los
amigos de Gonzalo Arango fuimos testigos próximos y atónitos de las trágicas
erosiones de sus entusiasmos, del recambio de piel de cada año.
Inexplicablemente para nosotros, a veces una simple palabra recogida en el
aire, la charla ocasional de un panadero, un verso o el encuentro con una mujer,
lo revolcaba todo en él, y simplemente cambiaba de dirección y de vida. Cada
día era una alucinación nueva, cada mañana una utopía, cada instante la entrada
en una isla sagrada que tampoco existe. Ninguna dura, porque su ser era la
búsqueda, el colmo de las ganas de inventarse.[17]
Sea como fuere, algo que no se
le puede desconocer a él y, por extensión, a todos los nadaístas, es que esa
obsesiva reinvención de sí mismo supone, por un lado, lo que Alberto Aguirre
llama una “conciencia de escritor”,[18]
que seres como Gonzalo tenían, más allá del fracaso literario que se les
reproche; y, por encima de todo, una conciencia de vivir su vida como obra de
arte, con todas las ambivalencias, frustraciones, angustias y gozos que una,
ahí sí, constante búsqueda de lo bello conlleva. Gonzalo lo tenía claro y así
lo dijo una vez, y lo vivió siempre, hablando de sí mismo en tercera persona:
“Él ha hecho de su vida una obra de arte, única y eterna”.[19]
Portada de Obra
negra
(3ª. ed.,
2016, Fondo Editorial Universidad Eafit)
Su primera
edición se publicó en 1974 en Buenos Aires
Fuente:
http://www.eafit.edu.co/cultura-eafit/fondo-editorial/colecciones/Paginas/obra-negra.aspx
La víspera de su muerte,
Gonzalo había hecho las paces con Amílcar Osorio, uno de sus discípulos
nadaístas, de quien había estado distanciado por quince años. En esos momentos
Gonzalo y Angelita estaban próximos a viajar a Inglaterra. Iba a ser su primera
salida al exterior. Habían vivido una temporada en las islas colombianas de San
Andrés y Providencia, muy lejos de la vida urbana que Gonzalo había tenido
durante tanto tiempo. El libro Providencia
(1972), ilustrado por su compañera, era un canto a esa vida que ambos compartían;
pero, como literatura, tanto en éste como en su último libro publicado en vida,
Fuego en el altar (1974), el
resultado era deplorable: “Había reducido su lenguaje a una flácida copia del
Saint Exupéry de El principito, en
versión subdesarrollada y ya ineficaz del todo en el plano literario. Sermón y
apólogo, su anterior virulencia había desaparecido, convertida en trillada
fórmula de redención. Un sermón atómico, sí, pero perfectamente banal”,[20]
afirma Juan Gustavo Cobo Borda.
El último tiempo Gonzalo y
Angelita vivían en Villa de Leyva, hermosa población de la sierra colombiana,
de estilo colonial y clima inmejorable. Hacia allá se dirigían el sábado 25 de
septiembre de 1976, en un taxi que a la altura del poblado de Tocancipá chocó
contra un camión. Angelita y el conductor sobrevivieron; Gonzalo, no. Al igual
que Albert Camus, que había sido uno de sus escritores de referencia, Gonzalo
perecía en un accidente automovilístico. Tenía 45 años, uno menos que Camus en
el momento de su muerte. El escritor colombiano William Ospina dijo una vez de
Gonzalo: “Como diría Chesterton, tal vez Gonzalo no sería un poeta, pero era
sin duda un poema”.[21]
Y como una manera de ponerle punto final al debate, Eduardo Escobar escribiría:
“La obra de Gonzalo Arango pues, sería, primordialmente, él mismo. Y el
nadaísmo, su espacio. Lo demás es literatura, como decíamos. No es poco: es
ahora la única forma que tenemos de acceder al interior de esta persona”.[22]
[1] Gonzalo Arango, citado
por Lucy Nieto de Samper, “Gonzalo Arango: una entrevista de Lucy Nieto de
Samper”, en Reportajes, vol. 1,
Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1993, p. 15.
[2] Cfr. Jaime Jaramillo
Escobar, en Habla la experiencia,
programa de Teleantioquia, https://www.youtube.com/ watch?v=LAu2YA9YsAg (Consultado
por última vez: 10/12/2016).
[3] En el mismo programa.
[4] Gonzalo Arango, citado
por Lucy Nieto de Samper, op. cit., p. 14-16.
[5] Alberto Aguirre, en
Gonzalo Arango, Cartas a Aguirre (1953 –
1965), edición y prólogo de Alberto Aguirre, Medellín, Fondo Editorial
Universidad Eafit, 2006, p. 56.
[6] Ibíd., p. 56.
[7] Ibíd., p. 55.
[8] Ibíd., p. 51.
[9] Ibíd., p. 50-51.
[10] Ibíd., p. 51-52.
[11] Gonzalo Arango, “Primer
Manifiesto Nadaísta”, en El Profeta
Gonzalo Arango, http://www. elprofetagonzaloarango.com/Primer.html
(Consultado: 06/10/2016).
[12] Juan Gustavo Cobo Borda,
“El nadaísmo”, Historia portátil de la poesía colombiana: 1880-1995, en
http://www.banrepcultural.org/node/23932 (Consultado por última vez: 09/12/2016).
[13] Alberto Aguirre,
“Gonzalo Arango”, en gonzaloarango.com,
http://www.gonzaloarango.com/vida/aguirre-alberto-1.html.
[14] Eduardo Escobar, en el
programa televisivo Karakter Aguirre
- (Capítulo 4) “Alberto Aguirre, Gonzalo Arango y el Nadaísmo”, Universidad de
Medellín, en https://www.youtube.com/watch?v=A4jD_ OnNm KM (Consultado por
última vez: 10/12/2016).
[15] Alberto Aguirre, en
Gonzalo Arango, Cartas a Aguirre…, p.
48.
[16] Ibíd., p. 48-49.
[17] Eduardo Escobar, citado
por Santiago Castro Gómez, “El Nadaísmo como estética de la existencia”,
Segunda Fase Encuentro Internacional Historia del Arte y Poder, Pensar la
historia del arte desde el sur, en https://www.youtube.com/watch?v=5ZDHxVo2mAs
(Consultado por última vez: 27/11/2016).
[18] Alberto Aguirre,
“Gonzalo Arango”, op. cit.
[19] Gonzalo Arango,
“Reportaje en onda corta. El personaje: Gonzalo Arango”, en Reportajes, vol. 1, Medellín, Editorial
Universidad de Antioquia, 1993, p. 82.
[20] Juan Gustavo Cobo Borda,
op. cit.
[21] William Ospina,
“Invocación a Gonzalo Arango”, en gonzaloarango.com, http://www.gonzaloarango.com/
vida/ ospina-william-1.html (Consultado: 09/12/2016).
www.
gonzaloarango.com/vida/escobar-eduardo-1.html. (Consultado por última vez:
17/12/2016).
GONZALO ARANGO ES DE LOS MÁS SIGNIFICATIVOS TESTIGOS Y PARRESIASTAS (QUIENES SE ATREVEN A LLAMAR LAS COSAS POR SUS NOMBRES SIN TAPUJOS) DE COLOMBIA Y LATINOAMÉRICA. TAN LIBRE QUE SE ATREVIÓ INCLUSO A SEPULTAR EL MOVIMIENTO NADAÍSTA QUE ALUMBRÓ... SUS COMPAÑEROS DE ANARQUISMO SE AFERRARON A SU 'ANTIGUO TESTAMENTO' DE CRÍTICA DESTRUCTIVA DE TODO, Y NO PUDIERON ACEPTAR SU 'NUEVO TESTAMENTO' DE 'ADANGELIOS' EN QUE, SIN DEJAR DE SER PROFETA, TRASCENDIÓ A UN PLANO AUTÉNTICAMENTE MÍSTICO, ¡SIN ALIENARSE NI ALINEARSE!
ResponderEliminarGRACIAS A ANGELITA POR COMPARTIRNOS SU LEGADO PROF-ÉTICO QUE VATICINÓ TODAS LAS ALIENACIONES DE NUESTRO ABSURDO ACTUAL SIN BRÚJULA DE VALORES. GONZALO: "DE LA NADA AL TODO" PORQUE -COMO DIJO OTRO ESPÍRITU GEMELO- "NADA QUE NO SEA TODO".
SANTIAGO BORDA-MALO ECHEVERRI, APRENDIZ DE FILÓSOFO COLOMBIANO Y EX-MONJE, MARCADO A FUEGO POR ESTE HOMBRE 'SUI GENERIS', SOBERANAMENTE LIBRE.