“Todo ha llegado tarde en mi
vida”, dice José Saramago en el documental José
y Pilar refiriéndose, entre otras, a dos cosas fundamentales: su oficio como
escritor, al que se dedicaría exclusivamente 29 años después de publicar su
primera novela, y su relación conyugal con la periodista y traductora Pilar del
Río, una de las personalidades invitadas a la reciente Feria del Libro de
Bogotá (FILBO), con quien empezó a compartir su vida cuando ya tenía 65 años. El
director portugués Miguel Gonçalves Mendes quiso acercarse a ambos hechos,
conocer y mostrarle al mundo quién era y es la mujer extraordinaria que estaba
detrás del Nobel literario de su país. Pero es que ella, en realidad, nunca estuvo
detrás del extraordinario y buen hombre que era Saramago: estuvo a su lado,
hasta su muerte, ni detrás ni delante. Eso se entiende cuando se tiene la
fortuna de verla y oírla en sus intervenciones públicas y, claro, en el propio
documental que ella y Gonçalves Mendes presentaron el 22 de abril en la
Cinemateca Distrital de Bogotá, en el marco de la FILBO.
José Saramago y Pilar del Río
Se entiende también que hayan
sido necesarios cuatro años (2006-2010), los últimos en la vida del escritor, para
captar en ese lapso todo lo que el joven cineasta consigue mostrar: las
jornadas de escritura de Saramago, los múltiples y agotadores compromisos
adquiridos y asumidos sobre todo a partir del Nobel otorgado en 1998, viajando
por el mundo, participando en ferias del libro, presentando sus obras,
concediendo entrevistas, interviniendo en eventos a favor de los derechos
humanos, ofreciendo charlas y conferencias, organizando y presidiendo una
fundación con su esposa. Y al lado de esos que son los momentos que más
identifican la vida de un escritor importante, los otros, los pequeños momentos,
los ratos de ocio, los juegos, las conversaciones cotidianas, las mascotas, los
paseos, las comidas, las discusiones. El lado humano de un escritor, dirán
algunos. Todo lo que hace un escritor, y cualquier individuo, es humano, digo
yo. En el documental, además, no parece haber una diferenciación entre grandes
y pequeños momentos, entre las cosas complejas y las simples de la vida, de
unas vidas como las de Saramago y del Río. Están ahí para mostrar el inmenso
amor y respeto que ambos se profesaban y, con ellos, a las letras, a la vida y
a la humanidad, pese a la visión pesimista que Saramago tenía del género
humano. “Soy pesimista porque el mundo es pésimo”, dice en el documental.
La publicación en 1991 de su
novela El Evangelio según Jesucristo
terminó en un episodio de censura en Portugal: el propio gobierno la vetó para
el Premio Literario Europeo, argumentando que ofendía al catolicismo. El golpe
fue tan bajo para un intelectual como Saramago -que, incluso, había participado
en la Revolución de los Claveles, que trajo la democracia a su país en 1974-
que optó por el exilio en España en 1993. Una vez establecido en la isla de
Lanzarote, en las Canarias, continuó escribiendo hasta su muerte. El documental lo muestra, precisamente, durante el tiempo que
escribió la novela El viaje del elefante.
Vemos también a un Saramago que cae gravemente enfermo en esos años y cómo su
esposa se propone prolongar su vida hasta lograr su sanación. Y el escritor sigue
siendo así uno de los vigías del mundo, incorruptible, que no hace concesiones,
amable, compasivo, teniendo mucho que decir y escribir aun por ese hondo
sentimiento de inconformidad ante la marcha de este mundo que no ha dejado de ser y estar pésimo, como lo ha señalado
también otro grande de las letras que es Vargas Llosa. Se escribe por eso y
para eso, no para complacer. Porque la exposición, sin tapujos de ninguna clase,
de las miserias, mezquindades, exabruptos, absurdos y ambigüedades de la condición
humana es una forma sublime de amar esa condición. Porque se necesitan voces
como la de Saramago para hacerlo con esa convicción.
Este hombre que naciera en Azinhaga
en 1922 no vacilaba en declarar, como lo hace en el documental, que el pecado
es una invención judeocristiana para dominar los cuerpos, y con ellos las
mentes y los espíritus, de las personas; es decir, para evitar, justamente, que
encontraran y vivieran su individualidad. Se aprecian también las declaraciones
de Pilar del Río en favor de los derechos de minorías como los homosexuales,
del matrimonio entre parejas del mismo sexo –debatido actualmente en Colombia-,
de las mujeres, o siempre en contra, por ejemplo, de la guerra de EE.UU. contra
Irak; incluso, manifestando su simpatía por Hillary Clinton como aspirante a la
nominación presidencial por el Partido Demócrata, que finalmente perdió frente a Barack Obama.
Pilar del Río
Pilar del Río llegó a ser, entonces, la
esposa, la amiga, la escudera, la confidente, la cómplice, la musa y la
traductora oficial al castellano de ese hombre extraordinario que era Saramago.
Y, en tal sentido, ha seguido en pie, con esa energía desbordante que la
caracteriza, ante el legado del Nobel portugués como su principal difusora y
garante, a su vez, ante el mundo, labor que ha asumido con una entereza
asombrosa.
Una demostración de humanidad, sensibilidad
y esperanza este documental que enhorabuena se exhibió en Colombia, en forma
limitada tratándose de una feria literaria local; pero, en circunstancias muy
apropiadas. Es que pocas veces se tiene la oportunidad de apreciar el ser y
estar en el mundo de dos INDIVIDUOS –así, con mayúscula- bella e inefablemente
unidos, durante los que serían sus últimos años de vida juntos. José Saramago
falleció a los 87 años el 18 de junio de 2010, cuando el documental estaba ya
en post-producción, sin alcanzar a ver el resultado final de esta experiencia
fílmica. Sus obras, su pensamiento, sus huellas por el mundo nos seguirán, me
seguirán, acompañando. Y guiando. Aunque, como dijera Nietzsche, resulte odioso
seguir como guiar.
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