Por:
JAIME FLÓREZ MEZA
“Es algo en lo que estoy pensando
junto a Tomás Gutiérrez Alea, trabajar con él es uno de los sueños de mi vida.
A mí me parece que sí, que el proyecto para cine se va a realizar y que será
muy divertido”.[1]
Con estas palabras el escritor cubano Senel Paz ya prefiguraba lo que sería la
escritura del guión de su cuento El Lobo,
el Bosque y el Hombre Nuevo, ganador del Premio Juan Rulfo en 1990. Cuatro
años más tarde se estrenaría la aclamada versión cinematográfica, codirigida
por Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío. Un nuevo triunfo para Paz. Y ciertamente
para el cine cubano y latinoamericano. Sin embargo, lo que quisiera abordar,
entre otras cosas, es qué tanto de los personajes del texto original –David y
Diego- se conservó en el guión, más exactamente en la versión fílmica, pues es
muy difícil establecer qué tanto queda de un guión en una película. Un guión
tiene que someterse al filtro del director, de los productores, del editor, así
es que nada garantiza que quede intacto. El otro aspecto que me gustaría
analizar es el de la actuación en sí, la cual, siguiendo las pautas del
director, nos comunica lo que son y qué hacen los personajes. Y cuán semejante
o diferente es esa representación de estos en relación al relato original.
Cuando un escritor termina adaptando
una de sus obras para el cine u otro medio (televisión, teatro), está
reescribiendo su historia, y en esa medida re-crea sus personajes. En principio
tiene la libertad de contarla otra vez como le plazca, de eliminar, aumentar o
enfatizar otras cosas, como por ejemplo otros rasgos de los personajes, para
continuar con el tema en cuestión. David, en El Lobo, el Bosque y el Hombre Nuevo, me resulta más homofóbico y
agresivo que en la película. El David de Fresa
y Chocolate es dulce y más contenido. Y más ingenuo también. Pero no todo
el tiempo. Pienso que al tener la oportunidad de volver a escribir la historia,
Paz quiso profundizar en la evolución de David, que en ambos relatos (el
literario y el cinematográfico) es radical: su actitud frente al homosexualismo
cambia, va de la intolerancia a la comprensión y aceptación de esa condición
como opción de vida. El caso de Diego es distinto en este sentido. En el cuento
no sufre mayor variación como personaje y además su vocabulario es más
explícito, más directo en cuanto a su atracción por David. Aunque en ambos
textos se muestra preocupado por mejorar el nivel intelectual del joven, en el
filme quiere hacer algo más por él: iniciarlo sexualmente a través de su amiga
Nancy, el personaje nuevo que Paz incorpora. Germán, el otro personaje
homosexual de la historia, el escultor amigo de Diego, no tiene voz en el
cuento. Paz se la da en la película. El personaje de Bruno, el amigo de David
en el internado de la beca y en la Unión de Jóvenes Comunistas, tampoco tiene
mucha figuración en el cuento. En la película se llama Miguel y es importante
en la medida en que constantemente está impulsando a David a hacer su trabajo
como informante secreto del régimen. Y recordándole que además de ser su
obligación es su deber como revolucionarios.
Paz nos da mucha información sobre
el rico trabajo intelectual de Diego en su cuento. En la película básicamente se
lo muestra secundando a Germán en la preparación de una exposición que el
Gobierno no quiere apoyar. Su exquisitez de gourmet,
tan detallada en el cuento, queda en un segundo plano. El anunciado almuerzo
“lezamiano”, descrito con lujo de detalles, es en la película más bien
discreto. Paz tampoco da cuenta de toda la donación de libros y documentos que
le hace a David al final del relato. Por otra parte la anécdota de la
traumática representación teatral de Casa
de muñecas, de Ibsen, en la que intervino David cuando aún estaba en el
colegio, y que tanta relevancia tiene en el cuento, extrañamente no se muestra
y solamente se comenta. En mi opinión es uno de los “lunares” de la adaptación
si se tiene en cuenta que fue en ese evento que Diego conoció a David; que lo
vio por primera vez. En la película no pasa de ser un pretexto para llevar al
otro a su casa diciéndole que tiene unas fotos de esa representación. El
préstamo y obsequio de obras literarias que le hace al joven, y que resulta
clave en el original, no tiene el mismo énfasis.
En contraste, hay otros eventos que
Paz decide enfatizar, desarrollar o cambiar en su guión, así como hay otros que
mantienen un despliegue y tratamiento semejante; uno de ellos, a mi modo de
ver, es el de la forzosa salida de Diego de la isla. La despedida de los dos
personajes es sobria en el original, salvo por la cantidad de documentos y
recomendaciones literarias que generosamente Diego le hace a su amigo; de resto
no pasa de un té. En el texto cinematográfico los dos van al malecón,
contemplan La Habana, conversan animada y evocadoramente. Y van al Coppelia, la heladería donde se
conocieron y hablaron por primera vez, a repetir el ritual de aquél primer
encuentro. En el cuento David va solo a la heladería, a probar un helado de
fresa en homenaje a su amigo que ya se ha ido de Cuba. La película muestra una
última escena en la que ambos se dan un afectuoso abrazo después de que Diego
le ha confesado a David cuáles eran sus sentimientos e intenciones hacia él, lo
que también hace en el relato; pero, sin que haya, como dije, ninguna muestra
especial de afecto.
Si bien una de las dificultades del cine es
cómo transmitir las abstracciones de los personajes, sus pensamientos, su
interioridad, creo que en el relato de Paz, por dar sólo dos ejemplos de esos
momentos complicados, están: el del
encuentro casual entre David y Diego en el Coppelia,
en el cual por la cabeza del primero pasan muchas cosas, hay una lucha interior
muy grande, enorme rabia, un fuerte rechazo hacia el otro que se describe de
diversos modos; y la reminiscencia de la experiencia teatral de David en el
colegio personificando a Torvaldo en Casa
de muñecas, que tantas imágenes y emociones le traen a su memoria al
recordarle Diego aquel episodio. Este tipo de problemas que se tienen que
resolver dramatúrgica, visual y actoralmente tienen que ver con “la presunta
dificultad del cine para reflejar la psicología de los personajes”[2] que, según Susana Pastor
Cesteros, “procede de la imposibilidad de utilizar de modo constante un punto
de vista subjetivo, o de expresar la corriente de conciencia (del modo en que
lo hace el monólogo interior), la memoria, la imaginación, los estados
oníricos…”.[3]
¿Cómo se resuelve esa situación en las escenas que nos ocupan en Fresa y chocolate? La larga descripción
de las emociones adversas que experimenta David hacia Diego se reduce en el filme
a unos cuantos y, hay que reconocerlo, precisos gestos de incomodidad y rechazo
que el muchacho hace tras el súbito abordaje del cual es objeto.
En
cuanto al otro momento y como lo esbocé, Paz eliminó la posibilidad de recrear
imágenes relativas a la experiencia escénica que tuviera David en el colegio
mediante el recurso de los flash-backs,
que, para ser más preciso, considero que habría sido una ganancia para la
escena y toda la película por la riqueza descriptiva de aquél momento en el
relato y por la importancia del mismo en el contexto de la historia. Así es que
unos recuerdos que se podían resolver en términos cinematográficos terminan
siendo escasamente “hablados” en la película y de ese modo, en mi concepto,
pierden su eficacia. Es más: creo que la película podía haber empezado por ahí,
con unos flash-backs que marquen la
primera aproximación que tuvieron los personajes, aunque David no sabía que
entre el público estaba el que sería un controvertido y futuro amigo que cambiaría
su vida.
Estas
dificultades psicológicas y abstractas que muestran los personajes, y que se
manejan amplia y profundamente con variados recursos y técnicas en la
literatura, tienen que resolverse en la pantalla a través de la dirección y,
obviamente, de la actuación. Un diestro director de actores, y no sólo de
imágenes, sabrá encontrar las soluciones más apropiadas. Pienso que el trabajo actoral
en Fresa y chocolate, en general, es
óptimo, resultado de un buen casting y de una lograda dirección actoral, que es
lo que se espera de directores consagrados como Tabío y, especialmente,
Gutiérrez Alea. Jorge Perugorría compone un intelectual gay -bastante amanerado
como lo pide el cuento- con mucho acierto. Dada la dificultad de caracterizar
este tipo de personajes -que requieren, entre otras cosas, un minucioso estudio
de la gestualidad de un individuo para no caer en el cliché-, el trabajo de
Perugorría tiene méritos. En realidad toda construcción de un personaje debe
tener en cuenta que la personificación habrá de hacerse bajo tres aspectos: el
psicológico, el físico (corporal) y el social. El Diego del cuento, sin
embargo, tiene una mayor profundidad psicológica e intelectual que se extraña
en la adaptación. Además, Paz decidió eliminar la confesión de Diego: “Bueno ya
sé, te contaré cómo me hice maricón…”;[4] en la película se limita a
anunciarla, pero finalmente ni siquiera se cuenta, y digo ni siquiera porque al
parecer los distintos productores (estadounidenses, mexicanos, españoles,
cubanos) no juzgaron apropiado visualizarla. Bueno, sobre todo los
estadounidenses creo yo: Robert Redford y Miramax Films.
Vladimir
Cruz como David tiene un desempeño bastante digno. Logra darle a su rol la no
linealidad que plantea el propio cuento, la intensidad de los cambios que se
van dando en su interior a medida que conoce la vida y el mundo de un ser
radicalmente distinto de él; la transformación de su intolerancia y homofobia
en la tolerancia y el especial afecto hacia lo
otro que encarna Diego. El mundo de David, entonces, se ensancha y eso
también lo muestra Cruz: el sentido de alcanzar, a través de Diego, cierta
plenitud que es posible, entre otras cosas, gracias al efectivo plan que urde
éste de juntar, así sea por una vez, a su amigo y a su amiga, es decir a David
y a Nancy; plenitud que es difícil de transmitir actoralmente.
En
su cuento Paz no describe físicamente a los personajes y si lo hace es para
hablar de las prendas que llevan puestas y de los objetos que portan (lo cual
es válido en la medida en que deja eso a la imaginación del lector, como hacen
tantos escritores). De David no pasa de decir que tiene un cuerpo atlético: “mi
vida ha consistido en eso, en la búsqueda del ideal del basquetbolista. Tú te
le das un aire”,[5]
le dice Diego al joven elogiando su esbeltez y ciertamente su belleza.
La
creación de un tercer personaje importante, Nancy, puede deberse a
requerimientos –hasta de los mismos productores- de darle a la historia otro
rumbo, incluso para hacerla más vendible. Me explico: mientras en el original
no se desarrolla el desengaño que sufre David a causa del rompimiento amoroso
con Vivian, en la película es todo lo contrario y Vivian tiene cuerpo,
presencia y voz; se muestra, además, cómo la situación trastorna al joven y
cómo éste termina en brazos de Nancy resarciendo su dolor y enamorándose. Nancy
es un personaje tragicómico, una mujer sola que ha intentado suicidarse más de
una vez, y que además practica una religiosidad popular, es decir: otra
antítesis de lo que es el ateo y cerebral David. La religiosidad fue durante
mucho tiempo parte de una alteridad en el régimen cubano. En ese sentido puede
constituir un aporte a una historia que, como el propio Paz lo decía, tiene
como tema la intolerancia: “La intolerancia al distinto, al que está en
minoría, al que es más débil”.[6]
[1] Senel
Paz, Fresa y chocolate. El lobo, el
bosque y el hombre nuevo, Cine-literatura, s.f., 1ª. ed., p. 9.
[2]
Susana Pastor Cesteros, “Consideraciones generales sobre las relaciones entre
cine y literatura”, en Cine y literatura:
La obra de Jesús Fernández Santos, Alicante, Universidad de Alicante, 1996,
p. 58.
[3] Susana
Pastor Cesteros, op. cit., p. 58.
[4] Senel
Paz, op.cit., p. 17.
[5] Ibíd., p. 17.
[6] Senel
Paz, op. cit., p. 6.
Muy interesante Jaime, como siempre muy bien documentado y con acertada apreciación.
ResponderEliminar