Cartel del Festival de Woodstock que destaca a Hendrix y Joplin,
que morirían al año siguiente.
http://www.taringa.net/posts/arte/10061998/Woodstock-1969-super-post.html
En agosto de 1969 los Estados
Unidos tenían motivos para celebrar y otros para lamentar: justo el mes
anterior se había producido el alunizaje de la misión Apolo 11, que suponía un
triunfo en la carrera espacial en la que los dos mayores imperios del planeta
se habían embarcado. Pero si a nivel interestelar Estados Unidos iba un paso
adelante de la Unión Soviética, en la guerra fría que desde los cincuenta
sostenían ambas potencias a través de los múltiples conflictos bélicos
transnacionales en los que tomaban parte (Corea, Cuba, Vietnam…), las cosas
eran bien distintas: Vietnam era una tragedia en todo sentido que mantenía una
seria inestabilidad política y social en el país, que estaba destruyendo una generación en el campo de batalla y en el
de la propia sociedad estadounidense. Además, el asesinato en 1968 de Martin
Luther King y Robert Kennedy había desatado una ola de violencia y protesta
inaudita en el país; los movimientos sociales se habían levantado contra el
statu quo, en defensa de los derechos civiles, en contra de la guerra y el
reclutamiento de más jóvenes destinados a ella, los universitarios protestaban
en masa, la represión gubernamental se hacía sentir con toda su saña. 1969 era
el primer año de gobierno de Richard Nixon y el desastre social no podía ser
peor. De otro lado, el país y el mundo estaban estupefactos ante un crimen
perpetrado el 9 de agosto por miembros de la Familia Manson, como era conocida
la pandilla dirigida por el sociópata Charles Manson, que asesinó a la actriz
Sharon Tate, esposa del director Roman Polanski, y a cuatro personas más en su
residencia de Hollywood. La bellísima actriz, de ocho meses y medio de
embarazo, recibió once puñaladas. En contraste, seis días después se iniciaron
al otro del país, cerca de Nueva York, los tres días de música, paz y amor más
célebres de la historia moderna: el Festival de Música y Artes de Woodstock.
Michael Lang, un inquieto joven
mánager de una banda de rock, fue el artífice de este evento junto a otros tres
visionarios. El antecedente era el Festival Internacional de Música Pop de
Monterey, realizado dos años atrás en California, que consagró a Jimi
Hendrix y Janis Joplin, entre otros. Al otro lado del Atlántico, en Londres, los
Rolling Stones habían tocado en un multitudinario concierto en el Hyde Park, a
poco de la muerte en julio de uno de sus miembros, Brian Jones. La banda sería
protagonista de un trágico concierto a fines de aquel año. Lang y sus socios
querían realizar un gran concierto pop al aire libre, con un cartel de músicos de
primera línea y una enorme audiencia, pero sus expectativas no superaban las
cien mil personas. Para ello habían alquilado un terreno lo suficientemente
amplio cercano a la pequeña villa de Woodstock, en Bethel, en el estado de
Nueva York. La afluencia de público resultó absolutamente mayor de lo esperado:
alrededor de 500 mil personas. Oleadas de jóvenes llegaron de muchos estados,
las vías de acceso colapsaron y algunos músicos no pudieron llegar a tiempo
para la apertura la tarde del viernes 15 de agosto. Le correspondió entonces al
cantante afro Richie Havens inaugurar el certamen de rock más grande del mundo
pocos minutos después de las 5 de la tarde. Los organizadores tuvieron que
contratar helicópteros para transportar músicos, médicos y llevar alimentos. Y se
vieron forzados a permitir la entrada gratuita de masas inacabables de gente,
entre las que había decenas de millares de hippies y activistas de la
contracultura estadounidense (se dice que los yippies, movimiento anarquista y estético radical liderado por Abbie Hoffman, exigieron a los organizadores 10 mil
dólares a cambio de no sabotear el festival). Lang diría que financieramente
Woodstock era una debacle. No le faltaría razón pues no fue sino al cabo de
diez años que la millonaria deuda contraída con los bancos pudo ser saldada. La
edición de un álbum discográfico y un largometraje documental dirigido por
Michael Wadleigh, que contó para el montaje con el entonces novel realizador
Martin Scorsese, lanzados ambos en 1970, son los principales registros de un
acontecimiento musical, político y cultural que desafió todos los cánones
sociales de la época.
Durante esos tres días (que
culminaron el lunes 18 en la mañana con el memorable recital de Jimi Hendrix,
el más largo que dio en vida) el pulso del mundo pareció detenerse y las
miradas fueron puestas en un campo veraniego en el que se celebraba el rock, la
vida, la libertad, el flower power
del hippismo que, al decir de muchos, fue la última utopía del siglo veinte y
probablemente del segundo milenio. Aunque el movimiento hippie había sido
denigrado y puesto en la picota pública (el mismo Charles Mason había militado
en él) y se creía de algún modo liquidado, los tres días de música fueron una
demostración de vitalidad, pacifismo y capacidad de congregación, de hacerle
oír al mundo canciones, palabras y gestos de fraternidad y libertad a cambio
del ruido de ráfagas y bombardeos en Vietnam y otros lugares del mundo. En el
cierre del festival Hendrix emuló en su guitarra esos ruidos y tocó el himno de
los Estados Unidos, en un acto simbólico, contestatario y provocador como lo
fue todo el festival. El tema Vietnam Song,
de Country Joe MacDonald, se convirtió en un himno anti-bélico coreado por
decenas de miles de asistentes. Otro momento inolvidable fue la interpretación
de With a little help from my friends,
de los Beatles, por Joe Cocker. El festival había logrado convocar a algunos de
los más grandes artistas de la música pop como Grateful Dead, Jimi Hendrix, The Who, Creedence Clearwater Revival, Janis Joplin, Carlos
Santana, Joan Báez, Crosby Stills Nash & Young o Jefferson Airplane, y de otros
géneros como el inefable músico indio Ravi Shankar, cuya influencia en el pop
es significativa: baste recordar que le enseñó a tocar el sitar al Beatle
George Harrison.
Panorámica del mítico festival
http://www.jamesrobertwatson.com/woodstock.html
Entre la audiencia no solamente
corrió el LSD y otras drogas, también hubo sesiones de yoga que lo recomendaban
en lugar de cualquier experiencia alucinógena. Se reportaron 5.162 casos de
atención médica, entre ellos 797 por abuso de drogas, tres muertes -una por
sobredosis, otra por un tractor que accidentalmente arrolló a un joven mientras dormía y la tercera por problemas de apéndice-, al menos dos partos y ocho abortos
involuntarios.[1]
Woodstock fue uno de los mayores actos contraculturales del siglo que avanzaba, junto con el Mayo parisino de 1968. Y aunque se realizaron otras ediciones del festival (en los años 79, 89, 94 y 99, que no fueron ni la sombra del primero) y muchos macro conciertos pop en todo el mundo -algunos por causas altruistas como el Concierto para Bangladesh de 1971, organizado por George Harrison, o el Live Aid de 1985-, el Woodstock de 1969 quedó como un ineludible referente de la música en vivo -y el arte en vivo-: un insuperable evento de paz, creación y libertad en medio del caos que significó su realización.
Woodstock fue uno de los mayores actos contraculturales del siglo que avanzaba, junto con el Mayo parisino de 1968. Y aunque se realizaron otras ediciones del festival (en los años 79, 89, 94 y 99, que no fueron ni la sombra del primero) y muchos macro conciertos pop en todo el mundo -algunos por causas altruistas como el Concierto para Bangladesh de 1971, organizado por George Harrison, o el Live Aid de 1985-, el Woodstock de 1969 quedó como un ineludible referente de la música en vivo -y el arte en vivo-: un insuperable evento de paz, creación y libertad en medio del caos que significó su realización.
El impacto cultural de
Woodstock animó a otros a organizar sendos festivales a ambos lados del
Atlántico. Uno de ellos fue el de Altamont, California, en diciembre de 1969, promocionado como el
Woodstock de la costa oeste, que contaría con los Rolling Stones como invitados
centrales. Sin embargo, Altamont fue peligrosamente distinto. Al grupo
británico, en la cima de su popularidad, no se le ocurrió peor idea que aprobar
para la seguridad del festival a los Ángeles del Infierno (Hell’s Angels), hordas de jóvenes anárquicos que se movilizaban en vistosas
motocicletas. La organización fue un desastre total (entre otras cosas el
escenario sólo tenía un metro de altura y no se había instalado baños
portátiles para el público). Desde un comienzo los Hell’s Angels hicieron uso de la violencia para controlar a los
asistentes (se estima que había 300 mil). Un miembro de la banda Jefferson
Airplane fue agredido por uno de los motociclistas y todo empezó a salirse de
control. Durante la actuación de los Stones un joven negro armado intentó subir
al escenario, los improvisados guardaespaldas lo agredieron, él intentó usar su
revólver y fue apuñalado mortalmente por uno de ellos. Ahí terminó todo. El
documental Gimme Shelter (1970),
título de una famosa canción de la banda británica, recoge ese trágico momento.
La fiebre de conciertos al aire
libre no tardó en extenderse por el mundo, hasta Colombia tuvo su Woodstock
criollo cerca de Medellín: el Festival de rock de Ancón, llevado a cabo en
junio de 1971 en La Estrella, municipio aledaño a Medellín. Los ingleses tenían
el suyo desde 1968: el Festival de la Isla de Wight. La magia de Woodstock, sin
embargo, se había esfumado. Los músicos se encontraron en la caótica edición de 1970 con jóvenes airados, escépticos y vándalos que les gritaban cosas del tipo "no son más que
unos burgueses farsantes vendidos al sistema, posando de revolucionarios y no
hacen nada por revertir las injusticias sociales". A su turno y en un tono
enérgico la cantante de folk Joni Mitchell intentó deshacer las afrentas reafirmando
que sí había sentido, sensibilidad y compromiso social en artistas y festivales como el de
Wight, que dejaría de realizarse por más de 30 años y se reiniciaría en 2002. Lo que sí quedó en claro en la era post Woodstock, por así llamarla, es
que la contracultura corría el riesgo de terminar convertida en moda, en objeto
de consumo, como de hecho ocurrió con muchos íconos contraculturales, y esa era
una de sus batallas: evitar su mercantilización. Lo más significativo, en mi
opinión, es que ese odioso e inevitable fenómeno logró, de alguna u otra
manera, difundir sus ideales libertarios por todo el mundo. Y que el arte -como
la música, que es el arte primordial- dentro de su infinita y creativa
inutilidad tiene la fuerza suficiente para despertar los cuerpos y unir a los
pueblos en nombre de la paz. Y si en algunos casos hubo víctimas y hechos que
lamentar -como en un concierto durante la gira de The Who por Estados Unidos en
1979, que hubo de ser suspendida tras la muerte de once personas por una estampida
de fanáticos en Cincinatti- no se le puede achacar la responsabilidad a la
música como tal.
El legado de Woodstock no ha
perdido vigencia. Un caso a destacar a nivel internacional por sus dimensiones es
el de Rock al Parque, el festival que desde hace veinte años se realiza
anualmente en Bogotá con la participación de bandas y solistas de distintas
latitudes, cuya organización, continuidad e importancia lo han situado como el
más importante de Latinoamérica en su género.
El rock and roll cumplió en
2014 sesenta años. Era difícil imaginar en los cincuenta que una expresión
marginal tendría la fortaleza para trascender todas las fronteras y convertirse
en un bien cultural de la humanidad. El aporte de Woodstock en tal sentido fue
fundamental.
[1] http://www.elmundo.es/elmundo/2009/08/11/cultura/1250001383.html
http://www.rollingstone.com.ar/1718608-45-anos-de-woodstock-el-oro-y-el-barro
http://www.rollingstone.com.ar/1718608-45-anos-de-woodstock-el-oro-y-el-barro